Opinión

Cuando veas a tu vecino afeitar...

Los griegos han dado un puñetazo sobre la mesa y el eco le ha puesto a Mariano la cara tan azul como el color de su escaño. Pero que nadie se asombre, se trata de un juego cíclico de acción y reacción, nada que no se haya visto ya antes en la elecciones alemanas o en la fundación de partidos radicales en el propio territorio heleno.

Cuando la recesión azota, los políticos azuzan contra el chivo expiatorio alejando de sí las sospechas, e inevitablemente entran en danza los inmigrantes, convirtiéndose en blanco de los más cerriles odios y recriminaciones. Disfrazados con el traje de demonios, no tardan en ser acusados de todos lo males del mundo y más, hasta que abandonan los países de destino repatriándose, dejando en evidencia que nunca fueron responsables de ningún mal.

Si esta estrategia habitual en el ultraconservadurismo falla, inmediatamente los sesudos libres designados pasan al plan B: distraer la atención hacia el extranjero. Estados Unidos, por ejemplo, acostumbra a solucionarlo montando alguna guerra, e invocando en su ciudadanía la conciencia patriótica no tardan en sepultar bajo la bandera cualquier vestigio de censura hacia su gestión. Otros señalan la maldad o la incompetencia de dirigentes foráneos para así auparse al altar de los justos. 

Aquí no, aquí la calle es progresista, el Parlamento reaccionario, y el resentimiento se tiñe de rojillo extremo indocumentado que critica sin contestar nunca cómo lo va a hacer si gobierna, por lo que en este bendito país damos bandazos de derecha a izquierda y viceversa, ponemos a caer de un burro al Ejecutivo de turno, y lejos de exigir responsabilidades nos dedicamos ejercer el voto de castigo, cuando no nos dejamos seducir por cantos de sirenas, arrostrando a los políticos que no han hecho nada en los últimos cuatro años, aprovechando para reivindicar en contrapartida un festival de cambalaches preelectorales, que no dejan de ser collares de cuentas.

Pero hay una cosa en la que es casi obligatorio estar de acuerdo con Rajoy, que España no es Grecia, aunque no en el sentido que él formula —donde muchos otros sí observan incontables paralelismos—, sino en que los españoles son más dados a considerarse el ombligo del mundo, y por descontado no van a compararse con los griegos, que son el laboratorio de las políticas económicas de Europa, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Nosotros podemos estar al borde del barranco, pero no transigimos con ser las cobayas de la crisis, eso es lo que nos diferencia, por mucho que pongamos las barbas a remojar.

Te puede interesar