Opinión

De Carballiño al cielo

Desde luego ya llovió desde que en 1964, al entonces alcalde de O Carballiño, Javier Perea, se le ocurrió imponer a una pulpera a instalar la caldera en el Parque Municipal. Fue esa una imposición ante la reticencia del gremio de ponerse a cocer pulpo en aquel paraje donde nada se les había perdido, ante la previsión más que razonable de que por aquella incipiente romería no iban a aparecer  ni voluntarios para catar el manjar.
Lo de aquel regidor fue pura creatividad: no sólo obligó a tajar el cefalópodo en la arboleda sino que, para darle realce y lustre, la anunció como la tercera convocatoria ante la eventualidad de que nadie viniera por ser la primera.

Pero la realidad es que fue un éxito que ni siquiera fue capaz de ensombrecer el descubrimiento de que, pese al anuncio constante de haber sido declarada de interés nacional, a alguien se le quedó en el tintero la solicitud. Ello no ha impedido, no obstante, que a lo largo de estos últimos 52 años —54 según la versión oficial—, esta convocatoria haya ido ganando en prestigio y solera, particularmente desde que en 1972  ostentó la alcaldía Argimiro Marnotes Rodríguez, herrero y antiguo emigrante en Argentina quien, aprovechando la cita gastronómica,  impulsó lazos de amistad entre el Concello y autoridades de distintos países latinoamericanos, modelo extendido con posterioridad por los posteriores regidores al área de influencia europea, como el empeño en 2010 del alcalde Carlos Montes de traerse los restos mortales del Pulpo Paul para montar un museo de reliquias en la villa del Arenteiro.

Como sea, la fiesta del cefalópodo congrega anualmente a una media de entre 60 y 70.000 visitantes  que convierten a Carballiño en el epicentro de Galicia, con un festejo que ha traspasado historias y fronteras ganando adeptos, como cada conmemoración crece la fiesta de los Mayores, que va ya por su 39ª y ésta sin mudanzas,  que reúne en ese mismo parque, llegando en los momentos de máximo esplendor a congregar las mimas cifras de asistentes que la del pulpo.

A esta se le suma la Festa das Parroquias y las patronales de San Cibrao instituidas en el primer tercio sel siglo XX por un comerciante que quiso agasajar a sus vecinos, antecediéndole con el devenir del tiempo la festa da Pepa Loba que este año alcanzará 21ª edición, promocionada por el más emblemático y castizo barrio de Flores.

Como ya consolidadas se suman la Fiesta  de la Cachucha, el Entroido, la Fiesta de la Mimosa, el concurso de Pinchos de Primavera, la Fiesta de la Cerveza, la Feria Medieval y, por si no bastase con el Concurso de Ganado y las ferias con mercadillo cada 16 y fin de mes, ahora Carballiño recupera  la tradición del Carnaval de Verano.

A una temperatura más que agradable cuando en el estío aprieta el calor, bajo la tutela de la emblemática basílica de la Veracruz, obra del arquitecto Antonio Palacios, villa termal que tradicionalmente atrajo a agüistas incluso de allende el mar, en Carballiño rige el dicho de “para a carne, pan e viño, O Carballiño”, una de las mejores opciones turísticas para quien quiera descansar o divertirse, pasarlo bien, disfrutando de la villa más pujante de la provincia de Ourense, llena de atractivos turísticos y de un pueblo hospitalario donde la fiesta es tradición.
 

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