Opinión

Distracción

Retrotrayédose al 27 de enero de 1993, a la memoria aflora el aciago asesinato de las niñas de Alcasser en Valencia. Este horrendo triple homicidio perpetrado contra unas adolescentes que, conmocionando a la opinión pública española, marcó el inicio del fenómeno informativo bautizado como telebasura.

Dice el viejo adagio periodístico que, cuando algo es importante es noticia un día. Cuando es muy importante lo es dos. Si es muy, pero muy importante perdura un tercer día, pero al cuarto ya hay otra novedad cubriendo los noticiarios. Sin embargo este terrible crimen, pese a la más que justificada oposición de la madre de una de las víctimas a su propagación, acaparó la atención de los medios a lo largo de más de un año, hasta 1995.

Durante esos largos meses los progenitores de las víctimas, de acuerdo unas y contra la voluntad de otras, tragaron con cuchara el feminicidio al desayuno, comida y cena, alimentando la curiosidad y escabrosa de un montón de ciudadanos, obviando que no existe mayor maldición que sobrevivir a los hijos. 

A lo largo de ese período, continuando su curso político, el país parecía paralizado alrededor de tan trágico acontecimiento, sin que ninguna otra nueva fuera capaz de desbancarlo o llenar el morbo del telespectador. La insistencia de aquella madre recurriendo a la Justicia y el propio desarrollo del proceso legal fueron sepultando un caso al que el Juan Ignacio Blanco no podía ya exprimir, pese a sus esfuerzos por mantenerlo a ultranza en la parrilla de la programación, dando su último coletazo con la publicación en 1998 del libro “¿Qué pasó en Alcasser?”.

Evocando aquella época aflora a la mente el secuestro de Anabel Segura, también en 1993 y que igualmente mantuvo en vilo a los televidentes hasta 1995. Aunque en retrospectiva, lo más llamativo de estos delitos fue el lapso que se dilataron en los medios, centrando toda la atención como si no sucediera nada más en el mundo.

Cuando al fin murió, o mudó de piel desapareciendo, aquella que se prolongó más allá de una simple serpiente de verano, los españoles se dieron de bruces con la realidad de que el entonces Gobierno capitaneado por Felipe González había hecho de todo, saltando a la palestra las actuaciones de José Barrionuevo, Rafael Vera, Luis Roldán y José Luis Corcuera, presuntamente instigados por el Señor X, identidad que se sospechaba recaía en el señor de los bonsais que se enteraba del discurrir del país por la prensa. Secuestros institucionales, guerra sucia de Estado, expolios en la Administración... Los libres designados de aquel entonces fueron los inventores de las privatizaciones, las puertas giratorias y el enriquecimiento inusitado por dedicación a la política.

Y hete aquí que a día de hoy, tras el fracaso de occidente por nominar a Nicolás Maduro como el gran villano del mundo, papel recientemente atribuido al norcoreano Kim Jong-un con sus peligrosísimos juguetes a pilas, que bien recuerdan las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, ahora que el culebrón soberanista amaina -al menos hasta que el 21-D vuelva a sentar en el Parlamento a un gobierno de mayoría independentista, obligando al Ejecutivo a reconsiderar la cuestión catalana-, cabe preguntarse cuál es la basura acumulada a lo largo de la legislatura bajo de la alfombra, con la que finalmente dejarán al respetable con la boca abierta riéndose de la Gürtel, sobre todo teniendo en cuenta el reguero de muertes que van dejando tras de sí tanta investigación judicial.

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