Opinión

Inverosimil

No le bastaba hablar con pajaritos y vacas, que Estados Unidos amaga con dar la vuelta a la tortilla amenazando por lo bajo al ministro de Interior —general Reverol—, sobre quien, pese a su nombre de medicamento, planean acusaciones de narcotráfico. Al circo de Maduro le están creciendo los enanos: ahora se encuentra envuelto en un escándalo por financiación ilegal de la anterior campaña presidencial de Chávez. Consciente de estarse quedando arrinconado, condenado a ser el hombre de paja de un estamento militar que se enriquece entre bambalinas campando por sus respetos, un Maduro aparentemente endiosado pasa el rodillo sobre el Congreso en un intento desesperado por allanar el camino al golpe de Estado que le facilite el poder de facto, perpetuándose como inquilino en el Palacio de Miraflores.

Antes de estallarle en la cara el polvorín y previsor, al mandatario venezolano se le ocurrió hace algún tiempo crear una fuerza de combate paralela a la policía y al ejército, viendo que quien realmente  tuvo siempre la sartén por el mango es el general Vladimir Padrino, ministro de Defensa y uno más de esa larga lista de militares y/o narcos que vigilan en la retaguardia: Hugo Carvajal, Edylberto Molina, Rangel Silva... y civiles como el vicepresidente Tarek Al Aissami

Pero mientras los militares lo tutelan en la sombra, por mucho que el se emborrique, el pueblo ya está tomando partido en las calles con un arsenal inédito.

Por definición, el surrealismo pretende sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico mediante la expresión automática del pensamiento o del subconsciente. El esperpento en cambio es una persona, cosa o situación grotesca o estrafalaria. La suma de ambas se traduce en la nueva apuesta del pueblo venezolano a la hora de manifestarse. Lejos de armas u objetos arrojadizos, el respetable ha optado por rellenar bolsas con sus propias heces y fluidos, resultando un éxito inusitado frente a la Guardia Nacional Bolivariana que no sólo se detiene sino incluso se arredra frente a los manifestantes.

Asustados también se echaron para atrás los efectivos del Ejercito Nacional de Venezuela quienes, tras jurar defender la integridad del Estado y el orden constitucional, cargaron contra el electorado. Igual lluvia de caca los remojó parándolos en seco mientras asqueados se vomitaban encima.

La cosa ha dado tanto de si que Maduro aprobó un decreto urgente para que los activistas de tan singular munición sean declarados bioterroristas y puedan ser sentenciados a penas de cárcel. Lo que la norma no deja claro es cómo se van a presentar las pruebas de cargo durante el juicio, si a pelo o con una comparativa estimulada con aceite de ricino.

Como sea, ante la eficacia de la nueva metralla, los manifestantes urgen a sus simpatizantes a facilitar nuevos suministros que, a esta hora, ya no importa si es zurullo humano o burrajo de cuadrúpedo. Con tal de alcanzar el palacio legislativo de Caracas cualquiera de los dos vale.

Quien no ha entendido nada son los palestinos inmersos en sus intifadas con rudimentarias piedras o bolas de acero disparadas con tirachinas, cuando igual disponen sin saberlo de un arsenal bacteriológico del que a Israel le resultaría imposible privarles. Ni siquiera poniéndoles un tapón en el antifonario. 

Ni qué decir que Maduro,transitando de Marulo a Masburro y con la mierda llegándole ya al cuello, está empezando a comprender el daño que las bolsas de plástico ejercen sobre el medioambiente. ¡Ay, Nicolás, Nicolás! Aún le falta enterarse de que el imperialismo español lo ha sentenciado con  un arma de destrucción masiva: ZP, un gafe con tan mal fario que no lo para ni un exorcismo. De ahí que el Papa, dejando a Maduro a su suerte, no haya parado ni un segundo de rezar.

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