Opinión

Desconfianza

No sé si estaré enfermo de desconfianza cuando veo desfilar por este teatro tanto protagonista cultural; no lo sé, ciertamente, así que cojo la margarita de deshojar cual oráculo para que me diga si mi desconfianza es de origen natural patológico o resulta simplemente viral producto de una observación minuciosa de la realidad más próxima. Una realidad en la que veo pasar a demasiados conciudadanos investidos de erudición por un cedazo/dedazo presidencial que me inclino a pensar que mi salud de criterio no tiene fiebre cursada en la primera hipótesis.

Y es que por una limosna institucional se inclina mucha gente ante alguna autoridad que vive obsesionada por salir en la foto, como si la gloria se alcanzase fotograma a fotograma. ‘Larga vida al Emperador’ le decían otrora los vasallos al señor, obligados por el temor que velaba por su propia vida; ahora, por la subvención, hay quien baila las aguas sin recato al señor que dirige la fábrica de la subvención pública, sin ser conscientes, a veces, siquiera, de su falta de pudor porque el interés tapa más que una hoja de parra adánica. Pero es por esto  también por lo que desconfío enormemente de todos los valores que nos venden como paquete noticiable cuando se concede una ayuda determinada.

A veces, me parecen publicidad y propaganda. Incluso llego a pensar en ocasiones que hasta nos venden alguna iniciativa inocentemente, o sin darse cuenta de cuánta mentira envuelve, igual que le pasa al enamorado embriagado cuando su amada se la pega, y bien pegada, ¡que no se entera! En este negocio de la importancia de ser llamado a la subvención hay, además, demasiados grupos organizados cuya función primordial es premiar a otros que se disponen asimismo a premiarlos a ellos también, bien directamente, o a través de otros terceros que asimismo son premiados por los primeros, o los cuartos, o el resto; todos participando en un nuevo deporte que consiste es fundar equipo, asociación, federación, fundación, comisión, y muchos más … ‘On’, que en verdad están ‘Off ’,  y que se las arreglan para contar con presupuestos donde lo único que tienen claro es gastar para que se hable bien de ellos y poder así enajenar la voluntad de los prójimos, devolviendo opinión a favor del que los financia, precisamente (favor con favor se paga).

Otra característica singular de nuestra época y ciñéndonos más a la cultura y su industria digamos que proliferan los trabajos, proyectos y guiones, o escritos basados en personajes que ya fueron, o sea, que están muertos. Y no porque siempre interesen demasiado sino porque son Midas de todo lo que tocan a su lado. Surgen entonces los ‘listillos’ que buscan hasta la colilla que pudo guardar alguien de determinado personaje histórico interesante y la colocan en vitrina de oro para construir alrededor del humo vaporoso del pitillo consumido una historia digna de ser contada, claro está, por éstos, los listillos del carajo. Y venga, a construir un imaginario del que vivir. Dice Montaigne que hay más quehacer en interpretar las interpretaciones que en interpretar las cosas, y más libros sobre los libros que sobre otro tema: no hacemos sino glosarnos unos a otros.

Pues eso, que puede que haya un deseo sincero por parte de alguno de prestar debida atención a nuestros personajes culturales de otro tiempo en sincero reconocimiento hacia ellos y su obra, pero demasiadas veces aparece una atención presuntamente amorosa que sale más del deseo ufano de ser ellos mismos –los intérpretes- reconocidos por asociación con esos nombres prestigiosos; y si además la cosa de asirse al ‘histórico prohombre’, como clavo ardiendo de  vacío propio de pensamiento, ‘vende bien’ en el acomplejado mercado político, pues el negocio de vivir a costa de los muertos está hecho, y ¡a ganar sea dicho! De nuevo con Montaigne, ¡menos lobos caperucita erudición mercantil y más sabiduría!, porque hay quien  se llena de memoria para impresionar a los demás pero no entiende nada.

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