Opinión

De despedida y de biblioteca

Ha sonado el timbre. Eso anuncia un cambio de destino. Desde las aulas al recreo, del recreo a las aulas. Timbren si suenan distinto si hay periplo de colegios varios, o diferentes trabajos donde otros timbres sonaban entre el aquí y allá laboral, bien como asalariado o patrono, autónomo o funcionario, profesional o incluso asesor político (Yo confieso haber pecado de esto, aunque solo fuera un rato, pues mi experiencia duró menos que el trámite del nombramiento).

En todos estos casos de despedida la decisión e iniciativa solo mía, auspiciada desde una inquietud por vi- vir con la mayor libertad posible (cada loco con su tema); pero también llegan despedidas a cuenta de otras circunstancias, que en determinados momentos no permiten coincidir a dos partes de un negocio o asunto como es escribir en un periódico, y así hoy ha tocado mi timbre de salida de La Región, mi periódico desde hace casi quince años y mil artículos y que hoy me lleva a seguir acumulando experiencia en adioses y despedirme de los amables lectores que siguen mis líneas dominicales tal caso como si me quisieran; yo sí los quiero y por eso agradezco haber estado ahí.

Fue un auténtico privilegio aso- marme a esta ventana pública para hablar de lo que me dio la gana, la mayor parte de las veces, y también de lo que no me salió con gana pero sí con el fórceps de la responsabilidad lógica por el compromiso con una cita tan importante como es un artículo. He tratado de decir siempre lo que pienso aún a sabiendas de que a veces uno piensa mal y no acierta, por ello a quienes haya podido molestar con reflexiones injustas pido disculpas, y a quienes hayan disfrutado alguna vez leyéndome, desde aquí mi mayor sonrisa.

Pero no quisiera despedirme aún sin tocar un último tema que ha puesto este periódico sobre la mesa de actualidad ourensana y del que se hico eco la compañera Maribel Outeiriño ayer mismo: la posible operación cultural de compra de la Biblioteca Benito Fernández Alonso. Lo hago desde un interés muy personal, porque atañe a mi madre, distinguida señora que ha ofrecido en condiciones muy generosas la posibilidad de adquisición por parte de la Diputación de Ourense de dicha Biblioteca, y que hará extensiva al Concello en los próximos días a fin de agotar todas las vías posibles para que quede en Ourense.

Salgo al paso, en primer lugar agradeciéndole a Maribel el reconocimiento valioso que hace de este bien cultural y su interés por que pudiera permanecer entre nuestras culturales paredes Públicas; esto es precisamente por lo que mi madre hace tan generosa oferta. Pero quisiera puntualizarle unas cositas a su información, al no ser correctas, y que para su mayor aclaración, por otra parte, me pongo a su entera disposición con todos los pertinentes documentos alavista. Pero, sin entrar en todos los detalles, aclaremos: a/ que donde habla de familia Tejada cabe hablar únicamente de Jaime y Elisa Tejada como propietarios únicos de dicha Biblioteca hace cincuenta años; y que desde el año 1997 solo cabe hablar de Elisa Tejada como única propietaria legal; es, por tanto, que Elisa Tejada no reclama su parte sino su todo; b/ la restaura- ción del valioso libro de Ortelio se hace en 1999, desde el punto de vista de varios bibliófilos expertos con resultado nefasto en un sentido crematístico por su grave pérdida de su valor, y la recuperación del libro a manos de su propietaria data de hace dos años, o sea, trece años después de dicha restauración (en ningún caso y pese a la lamentable onerosa restauración en el ánimo de mi madre estuvo nunca culpar o exigir responsabilidades a la Institución que encargó la restauración, y pagó Caixaourense, al entender ausencia de mala fe; simplemente, cosas que pasan); c/ la valoración de la biblioteca data de un año y por tanto no es anterior a la crisis.

Con estas puntualizaciones y sin querer extenderme más, sinceramente agradezco a la periodista su sensibilidad para tratar de acercar posturas en un tema de interés para todos. Y le digo: ‘Descuida, Maribel: que por parte de mi madre sobra templanza de carácter y sentido común, por acumulado en ochenta y nueve años de vida’.

Finalmente, a unos, gracias por dejarme ser, a otros por seguirme, y a todos ¡hasta siempre! 

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