Opinión

De fiesta

Esto es una coña, por no ser tremendos y decir, por contra, ‘esto es una cabronada’. Me refiero a lo de ir de fiesta cueste lo que cueste, se tenga fiebre, ganas o ninguna. Como si no hubiera elección ante una puesta de largo emocional que se impone culturalmente, que el que no va de fiesta no sabe no contesta, o sea, no sabe de qué va la fiesta de la vida que incluso llega a sentirse un cero a la izquierda, o parvo de tres al cuarto del que hay que alejarse cual si fuera gafe. ‘De fiesta’, puesto en titular de noticia de red social y con alarde fotográfico del rostro de la felicidad, resulta como una meta de gran valor social para gran parte de nuestra gente que, además y por mor de la nueva tecnología que difunde la información instantáneamente a todo el mundo, participa al aburrido -para él- ser pensante de la misma época que es lector de libros en sillón de casa o conversador de café con otro par igual de aburrido, que ir de fiesta es lo más fetén. Es tal la persuasión del secreto de la vida que ha descubierto el que publicita ir de fiesta, que su ‘eureka’ llega a persuadir al receptor bicho raro que algo grande se está perdiendo; hasta incluso lo puede hacer sentir que la vida misma lo expulsa de su casa, de la razón de vivir, simplemente por no enterarse de qué va la fiesta, ¡esto es una fiesta, coño, todo es una fiesta!

La manifestación victoriosa de la vida personal del de turno que anuncia su condición ‘de fiesta’ me recuerda un tanto a otra época de ‘colegas’ donde el ‘colegueo’ no era más que otra manera (eso sí, nueva, cachonda y perversa) de engañar al prójimo más incauto y con mayores medios para que los compartiese con ellos, los jetas que manejan las jergas afectas mejor que nadie, en este caso era ir de marcha, ahora ir de fiesta. Claro está que después de entregarse a los brazos de doña hipocresía y perder el himen de la naturaleza más receptiva, tras el engaño salía uno por piernas de todo aquello sin dejarse impactar ya porque lo tildasen despectivamente de ‘poco enrollado’ cual si fuera apestado de la época.

Pues no, al carajo y que les dieran, o que les den. Que nadie nos venda el ir de fiesta como si el caso sea ir de Semana u Hola, vendiendo nuestra figura de revista de cotilleo para ser más chulos que un ocho o que el vecino, y que con ello nos devuelva la vida el precio de tal compostura que resulta más impostura que otra cosa. Ir de fiesta puede que esté muy bien, pero para el que va y va con ganas, no para el que no va porque no le apetece o que va solo para decir que va de fiesta. Porque la vida está muy achuchada y no tenemos por qué engañar a nadie de que no tenemos ganas de tanta fiesta, sobre todo de ésta que solo sirve para enseñarla. Desde luego soy consciente de que tengo menos futuro en la prensa del corazón que un idiota estudiando con Michiu Kako el futuro de nuestra mente, pero es que hoy me ha tocado las narices ver a alguna persona protagonizando su propia revista (en la red todos podemos ser protagonistas y además artistas), y siempre triunfante a pesar de que rascas un poco y no sale nada, o demasiada agua sin gota para beber. Este ‘ir de fiesta’ particular en una exacerbada cultura actual del entretenimiento, no tiene nada de malo de por sí, pues como dijo el psiquiatra ‘todos hacemos castillos en el aire’, pero tiene el problema que surge cuando tratamos de vivir en ellos, en los castillitos de la fiesta y el entretenimiento.

Te puede interesar