Opinión

Seguimos con Cataluña

Soy hijo de 1955, por ello quizás me cueste entender la historia que nos tratan de imponer desde Cataluña. Curiosamente la quieran separar hoy de España muchos nacidos ayer fuera de ella, pero enraizados por mor de la emigración interior de los años sesenta. Precisamente muchos charnegos, hijos del Olvido, no es que no deseen el regreso a sus raíces sino más bien, al contrario y cual si fuera un ajuste de cuentas por tener que haberse ido en su día, separarse de ella legalmente. ‘Por narices’, ante una causa que ya huele, y con una lengua propia que no solo sirve para besarse de tornillo entre sí con tanta ‘idiosincrasia’ a vueltas sino para sacárnosla a los demás que sintiéndonos cerca están empeñados en alejarnos por testículos, o la fuerza del sentimiento no correspondido. La verdad es que llega un momento en que aburren a uno, por lo menos a aquellos que sufrimos cierto desprecio al no ser correspondidos o queridos. Resulta algo así como ese miembro de la pareja que se cansa porque sí de sus años de noviazgo y matrimonio y quiere poner pies en polvorosa a su historia: pues bien, el otro puede sufrir en primer lugar decepción y tristeza por desamor y abandono sin motivo aparente o ni tan siquiera por causa de una cara más bonita a la vista, pero en segundo lugar ya cabe la reacción lógica de querer dejarlo marchar en busca de su propia felicidad; ahora bien, sin que se lleve también hacienda y la pasta de los dos, pues no sería justo. Allá esa parte que se quiera independizar, pero con todas las consecuencias del buen reparto de esa hacienda, nunca dejando tieso a la otra parte que se deja.

¡Basta ya! con las lecciones de unión (artificial) que quieren darnos al resto; en este aspecto, me gustaría verlas aplicadas en el contexto de independencia, a ver cuánto durarían juntos y no revueltos como simples huevos rotos sin patatas de Lucio. Referéndum sí, pero para votar que se vayan de una vez y nos dejen en paz, porque, a veces, ya supone un coñazo total. Día sí, día también, venga manifestación de desprecio a quienes hemos estudiado la historia distinta a la que están reinventando algunos que ahora quieren vivir por la cara de esa moneda, y hay o ¡ay”, qué cruz! Primero que paguen la parte de deuda que corresponda y después bailen sardanas, fabriquen sedas, libros o créditos que el mercado español aceptará, o no, en función de propia resaca.

Si habláramos de gente corriente con la que coincidir en el deseo de una búsqueda de la verdad sentimental de esta historia podríamos convenir una solución salomónica. Con cierta voluntad se podría conseguir. Porque si nunca han sido independientes los catalanes bien pudieran esperar a serlo un plazo mínimo necesario y pactado para consensuar un referéndum legal. Sí, se podría acordar una fecha vista a veinte años, por ejemplo, en que poder hacer dicho referéndum. Eso sí, con un par o tres de condiciones claras y previas para que el partido se juegue con total imparcialidad, y así poder ganar sin trampas la Independencia Sí, o No. Esas condiciones deberían pasar por un plan de educación diseñado por expertos que cuenten la verdadera historia de nuestros pueblos sin inventos tendenciosos y claramente interesados para hacer prosélitos a favor de una causa; también debería haber libertad de prensa y sin medios (por otra parte, ruinosos) públicos politizados y sesgados hacia un extremo; por último, juzgar sin ausencias ni plazos largos a toda la ‘Nomenklatura’ catalana que ha robado al conjunto de la sociedad, no solo ingentes cantidades de dinero sino también la ilusión y esperanza del buen gobierno; y mucho antes de que hubieran traficado con la idea de independencia que distrae el subconsciente colectivo y que han procurado alimentar precisamente desde la cueva para que nadie vea sus sombras. Que se acuerde, pues, una solución no manipulada a esta historia del pueblo español con la certeza de que la decisión última sea tomada con justicia y la mayor serenidad, sin egoísmos ni ignorancia.

Te puede interesar