Opinión

Alcaldadas

Ada Colau ha perdido una cuestión de confianza. La oposición se unió para ponerle en suspenso, y la respuesta de una alcaldesa que suele dar muestras de soberbia es que si no les gusta cómo gobierna ella, que propongan otro. 

Los alcaldes son, o deberían ser, los servidores públicos más pegados a los problemas de los ciudadanos, los que pisan de verdad la calle, mirando, preguntando, escuchando. Los alcaldes que aman su oficio conocen el nombre de muchos de aquellos con los que se cruzan y, saben qué les inquieta, qué pasa de puertas adentro en su casa. Comentaba Rosa Aguilar cuando era alcaldesa de Córdoba que después de años de estar en primera fila de la política nacional en el Congreso de los Diputados, sentía de verdad lo que debía hacer un servidor público. Muchos de los dirigentes más destacados, demostraron su mejor hacer en alcaldías,  como Maragall, o Paco Vázquez, Gabino, Rita, Teo, Gallardón o Álvarez del Manzano, por mencionar solo unos cuantos aunque la lista es larga.

Tierno es punto y aparte. Promovió la movida pero no creyó que Madrid fuera a crecer mucho más, como le decían sus asesores, y no tomó las medidas adecuadas para asumir ese crecimiento. Pero su aura de alcalde perfecto no la borra nadie.

Frente a alcaldes que han entendido que deben trabajar por su ciudad, no para su propio beneficio, hay otros que utilizan la política municipal como promoción para más altos designios y no comprenden que no hay nada más gratificante que  dar satisfacción a sus vecinos. Ada Colau quiere estar en todas las salsas en lugar de resolver los problemas serios de Barcelona, de ahí que la oposición haya expresado su hartazgo ante la cuestión de confianza.

En cuanto a Madrid, nunca estuvo más destartalada, más sucia, más renqueante en políticas sociales y culturales. Ana Botella no pasará a los anales como gran  alcaldesa, pero  Carmena la ha hecho buena.  Se presenta como una abuelita encantadora dedicada a atender a todo el mundo, pero su mandato se caracteriza por el sectarismo y la falta de eficacia. Pocas capitales europeas tienen peor aspecto, exterior e interior, que el que tiene en la actualidad la española. 

Dentro de un año se celebran  elecciones municipales. Los partidos deben esforzarse por buscar candidatos con trayectoria de gestión pero sobre todo, que comprendan que el alcalde es la autoridad a la que primero acuden los ciudadanos y debe ser capaz de  resolver cualquier asunto por complicado que parezca. Los  que se presentan a la reelección, o a ser elegidos por primera vez, deberían  tener la madera especial que define a un buen munícipe: cabeza para diseñar un buen presupuesto, sentido común, sensibilidad, y arrojo para resolver situaciones que parecen de  imposible solución.  

Hay gente con esos requisitos en los partidos, pero con frecuencia colocan en las candidaturas a aquellos a los que quieren promover pero no les encuentran hueco en otras listas.

Y pasa lo que pasa.
 

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