Opinión

Bad news

Malas noticias, bad news, en un día especialmente malo. La peor, por su carga institucional y política, que el Fiscal Jefe Anticorrupción, el polémico Manuel Moix, sea propietario del 25 por ciento de una sociedad off shore en Panamá. 

La explicación no hay por dónde cogerla: era una sociedad a cuyo nombre figuraba la vivienda de sus padres, vivienda que heredaron sus cuatro hijos hace varios años; no pudieron disolver la sociedad porque uno de los hijos no podía hacer frente a los gastos de liquidación. Como si no hubiera españoles obligados a pedir créditos para resolver sus cuitas con Hacienda… 

Moix, independientemente de la pobreza de sus argumentos justificatorios,  ha pecado también de una absoluta deslealtad al ministro Catalá. Lo menos que se le podía exigir era haber informado al ministro de su situación irregular antes de aceptar el cargo que le ofrecía. Por no hablar de que cualquier ciudadano está obligado a mantener una actitud impecable en todos los aspectos fiscales –y los otros también-, y más aún cuando pertenece al sector de la Justicia.  

Tampoco es buena noticia para el Gobierno que la Audiencia Nacional haya decidido rechazar la solicitud de Rajoy de declarar como testigo por videoconferencia en el caso Gürtel. En el gobierno y en el Partido Popular ofrecen toda clase de ejemplos de precedentes de videoconferencias,  lo que puede interpretarse como una crítica a la actitud del tribunal, pero si se cree en la independencia de la Justicia –que a veces cuesta, y no precisamente en este caso- hay que aceptar sus decisiones aunque no gusten. 

Rajoy, a su pesar, se convierte en el primer presidente en activo que debe comparecer como testigo en un tribunal. Lo hicieron anteriormente Suárez –voluntariamente, para testificar sobre los 300 millones de pesetas que supuestamente le  había dado Mario Conde-, y Felipe González para informar sobre el secuestro de Segundo Marey, pero los dos habían abandonado ya sus funciones como presidentes de la nación.

De la UGT asturiana llega una nueva imputación al líder del sindicato minero Fernández Villa, un mito caído hace ya más de un año, cuando se tuvieron las primeras noticias de sus operaciones presuntamente corruptas, ahora en un suma y sigue.

Y tampoco pintan bien las cosas para Pablo Iglesias, que hizo cuanto pudo para ocultar su situación real como profesor de la Complutense y se ha sabido ahora que ya no es profesor de esa universidad, cuna e impulsora de Podemos,  a la que no podrá regresar cuando finalice su carrera política. Que él pretendía que fuera corta –decía al principio- para volver a lo que supuestamente era su pasión: la docencia. Al menos en la UAM va a ser que no.

Muy malas noticias. No las merecemos. Para que este país salga adelante hace falta erradicar de una vez por todas la corrupción, la mentira, el engaño, el secretismo, la ambición desmedida… El etcétera es excesivamente largo.

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