Opinión

Bipartidismo, como el ave fénix

En las anteriores elecciones Ciudadanos fue considerado el partido que podía hacerse con el espacio de centro derecha ante un PP alicaído, y también Podemos acarició la idea de imponerse ante un PSOE en decadencia. Tanto Cs como Podemos  se crecían cuando se barajaba la idea de que podían protagonizar  “sorpassos” al PP y PSE, e incluso se manejaba la posibilidad de que Rivera o Iglesias pudieran convertirse en presidentes de gobierno a través de alianzas. Hoy,  con  un Pablo Iglesias abrasado por las divisiones internas y decisiones personales que le han bajado rápido del pedestal, y con Ciudadanos herido por sus bandazos a derecha e izquierda y por la captación de   tránsfugas, el bipartidismo renace de sus cenizas.

Todos los sondeos sin excepción indican que el PSOE ganará las generales, seguido  pocos puntos detrás por el PP y, a continuación pero a bastante distancia, Ciudadanos. Falta mes y medio para esas elecciones y hay coincidencia entre los expertos en demoscopia que en esta ocasión la campaña sí va a ser relevante y puede cambiar el sentido del voto, aparte de que recuerdan que entre 20 y 30 votos se deciden en las provincias en las que hay que elegir  menos de seis escaños. Pero lo que se dilucida en la campaña, siempre según los profesionales en sondeos más acreditados, es que el 28 de abril se decide si ganan PSOE o PP: no ven en lo alto de la lista de ganadores a ninguno de los otros partidos, Ciudadanos, Podemos y Vox. Dan por hecho que vuelve el bipartidismo, aunque para gobernar tanto PSOE como PP estarán obligados a pactar con otros partidos.  


Los ministros... y Pepu


En esa situación son básicos los equipos y el diseño de la campaña. En el PSOE, equipo y campaña están dirigidos por la misma persona, Iván Redondo, que conoce a fondo el mundo de la estrategia de partido. A él se debe incluso la idea de la moción de censura a Rajoy y,  después, el adelanto electoral. Las malas lenguas le adjudican también la idea del libro de memorias de Sánchez, que  ha tenido el efecto buscado: se habla del contenido del libro  y no de la gestión de  un Pedro Sánchez que, como gobernante, ha estado muy por debajo de lo que se esperaba. 

Sánchez va a por todas, con una baza en su haber: le resbalan las críticas, no le importa saltarse los estatutos de su partido a conveniencia, y actúa al límite de la legalidad todos los días. Prolonga el abuso del decreto ley y, cuando intenta pararlo el PP porque pone en jaque la legalidad, el PSOE arremete contra el partido que intenta poner freno a iniciativas sociales que mejorarían la calidad de vida de los españoles. Sánchez se salta pro otra parte la obligatoriedad de las primarias cuando le da la gana y, contra el criterio de los dirigentes regionales, anuncia que  sus ministros serán cabeza de lista en varias provincias.   

Susana Díaz, que da mil vueltas a Pedro Sánchez políticamente hablando aunque su exceso de confianza le hizo perder las primarias, ha actuado ahora como una buena estratega: pidió a los militantes que se manifiesten antes de que se elaboren las listas… y el resultado ha sido demoledor para los ministros que Sánchez  quiere imponer en Andalucía. Ni uno solo de ellos los quiere la militancia en los puestos de salida. Susana ha declarado que aceptará las decisiones del comité federal, por lo que nadie podrá acusarla de ir a la contra de Sánchez… pero en Ferraz habrán tomado buena nota de que si la “operación ministros” no sale bien en las urnas andaluzas, nadie podrá achacarlo a la expresidenta sino al empecinamiento de Sánchez de colocar a los suyos.

Algo parecido a lo que ocurre en Madrid, con Sánchez promoviendo al ex seleccionador nacional de baloncesto Pepu Hernández y apoyándole abiertamente aunque los estatutos del PSOE indican que los dirigentes deben ser neutrales.

Pepu  ha participado en un debate con  los otros dos candidatos de las primarias, y el resultado ha sido deplorable: se dedicó a leer lo que le habían escrito, no respondió una sola pregunta, su desconocimiento de la política madrileña fue clamoroso. Este sábado se celebran las primarias, un reto para Pepu… y para Pedro Sánchez.


Importantes errores


En el PP, Pablo Casado ha creado un equipo de gabinete aznarista –acaba de hacer una nueva incorporación con Gabriel Elorriaga- y con dos pesos pesados al frente del partido, Teodoro García y Javier Maroto, éste responsable de la campaña electoral. La campaña tiene luces y sombras.  Casado es el principal capital, recorre España de arriba abajo, lleva cien mil kilómetros a sus espaldas y no le duelen prendas en participar en actos muy pequeños además de los grandes mítines. 

Es consciente de su gran hándicap, que en su brillante curriculum no hay cargos de gestión,   pero en algún momento determinado, previsiblemente en la recta final, anunciará  que si forma gobierno incorporará independientes de biografía incuestionable. Nada que ver con el “gobierno bonito” de Sánchez, sino pesos pesados. Además, vende renovación y que su partido está limpio en lo que a corrupción se refiere.

La parte más floja es la insistencia en echar abajo las iniciativas de Sánchez acudiendo a los tribunales o al reglamento de las Cortes en lugar de poner en cuestión su viabilidad o presentar alternativas mejores;  yerra también al no poner en valor lo que ha hecho el gobierno del PP cuando Sánchez repite que  sus medidas sociales de ocho meses superan a las de Rajoy en siete años, aunque en los últimos días ha empezado a poner el acento en la economía y el empleo,  los grandes puntos negros de los socialistas.

sin renuncias

Y comete un error aún mayor: insistir en que lo que importa es lo que sumen PP, Ciudadanos y Vox. Con esa insistencia el PP renuncia al espacio de centro, que deja en manos de Ciudadanos, mientras el PP se sitúa en la derecha frente a la extrema derecha de Vox.  Y perder el centro es grave, aunque Cs no se encuentre en su mejor momento.

Pero también es el error en el que abunda Sánchez, que se recrea con los datos que le presentan sus asesores con la suma de los votos de izquierda que le permitirían continuar en Moncloa: da pie a que sus adversarios le acusen sistemáticamente de que no le importa gobernar con los independentistas y con un partido, Bildu, que apoyó el terrorismo de ETA.

Aun así, a pesar de  los desaciertos de PSOE y PP,  los expertos auguran que serán, de lejos, los partidos más votados y a bastante distancia de los siguientes en la lista.

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