Opinión

El calvario de María Dolores

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photo_camera Maria Dolores de Cospedal, durante un acto del Partido Popular.

  

La puntilla fue la publicación de la conversación telefónica que su marido había mantenido con Villarejo, en la que Ignacio López del Hierro decía al excomisario que su mujer había informado al "jefe" del contenido de la reunión que habían mantenido días antes y que el "jefe" (solo podía ser Mariano Rajoy) "está de acuerdo" con lo que habían hablado en ese encuentro. Es decir, que Villarejo investigara a personas supuestamente vinculadas con la Gürtel y se mencionaba expresamente una fundación de la que formaba parte Javier Arenas.

En el PP nadie creyó que Rajoy pudiera estar de acuerdo con esa vigilancia al ex secretario general del partido y exvicepresidente del Gobierno. Es de dominio público su estrechísima relación política y personal… como es de dominio público que desde hace años María Dolores de Cospedal mantiene una profunda e indisimulada animadversión hacia Javier Arenas, que se ha visualizado en varios momentos en los que había que tomar decisiones políticas en las que mantenían posiciones distintas, sobre todo relacionadas con nombramientos para cargos de responsabilidad. Más aun cuando se trataba de Andalucía y la dirección nacional del partido, con Cospedal en la secretaría general, debía dar opinión sobre candidatos a las elecciones municipales, autonómicas y generales.


Las primarias


El problema principal de Cospedal ha sido no calibrar el alcance de su fracaso de las primarias, el escaso respaldo que le dieron los militantes. Soportó mal que Soraya Sáenz de Santamaría ganara la primera vuelta, y no dudó en ofrecer su apoyo a Pablo Casado con tal de que no ganara la mujer con la que llevaba al máximo extremo una rivalidad que ha impregnado la vida del PP en los últimos años. Una rivalidad que, por lo que cuentan quienes las conocen bien, tiene que ver con que se miraban de reojo al ser una la mano derecha de Rajoy en el partido y la otra en el gobierno, con el hecho de que tanto Cospedal como un grupo de ministros consideraban que la vicepresidenta utilizaba el CNI para sus propios intereses y, en el plano personal, porque Cospedal sangraba por la herida de que las actividades empresariales de su marido siempre provocaron mucho recelo, mientras que se aceptó sin problema que el marido de Soraya aceptara un importante cargo en Telefónica.

Otro asunto cuyas consecuencias no midió Cospedal suficientemente fue que pidió o exigió (el verbo lo utilizan unos u otros en función de las simpatías que sienten hacia la ex secretaria general) que el apoyo a Casado debía traducirse en la entrada en los órganos de dirección del PP de una serie de personas de su absoluta confianza y que los puestos que se ofrecieran a quienes habían apoyado a Soraya fueran de segundo nivel. Lo consiguió, pero eso no provocó excesivas simpatías, entre otras razones porque no todos sus "apadrinados" tenían una trayectoria relevante en el partido y porque además se dejó fuera de juego a dirigentes que habían apoyado a Soraya, muy apreciadas en el PP y que habían demostrado sobradamente su valía, como la propia vicepresidenta, la ex ministra de Trabajo Fátima Báñez o José Luis Ayllón, probablemente el diputado con más prestigio del Congreso actual, con excelentes relaciones con todos los grupos y que conoce la vida parlamentaria como nadie.

En ese clima de incertidumbre en el PP, a la espera de que Casado tomara decisiones importantes sobre las listas electorales Y con inquietud porque Ciudadanos empezaba a levantar cabeza sin que se viera una reacción contundente por parte del nuevo equipo de dirección, se filtraron las cintas de Cospedal.

En ese clima de desazón en el que Casado multiplicaba su presencia luchando prácticamente solo ante la adversidad pues los nuevos dirigentes del partido eran poco avezados y solo destacaban Teo García y Javier Maroto, el periódico digital Moncloa.es publicó unas cintas que fueron un revulsivo por muchas razones. Porque Cospedal se había reunido con un ex comisario maldito, José Villarejo; porque el encuentro había sido clandestino y en su despacho de la calle Génova; porque el encuentro lo había preparado su marido, que también asistió a la reunión … y porque las cintas demostraban que Cospedal le había hecho encargos de investigación a Villarejo.


Rajoy y Arenas


No solo la oposición y gran parte de los medios de comunicación pidieron la dimisión de Cospedal, si no que el propio Casado recibió todo tipo de indicaciones de que debía buscar una salida honrosa e inmediata para la ex secretaria general. Cospedal publicó un comunicado en el que arremetía contra la ministra de Justicia y recordaba que ella nunca había mentido, como Dolores Delgado. Si pensaba que estaba todo resuelto se equivocaba: dos días después se publicaba una cinta en la que pedía a Villarejo que investigara a Arenas. En el partido ya no hubo perdón, y menos aún cuando dijo que intentar informarse sobre la Gürtel era su obligación.

Pablo Casado había mantenido conversaciones con Cospedal, que en ningún momento manifestaba su intención de renunciar a su escaño. Transmitía que era víctima de un ataque contra su persona, y sus afines volvían a señalar a Soraya y el CNI: Villarejo y Felix Sanz Roldán, director de los servicios de información, se detestaban mutuamente, y el CNI había tenido acceso a las cintas con miles de horas de grabaciones que guardaba el excomisario en un escondite que fue descubierto por la policía judicial que le investigaba. Nunca se sabrá si efectivamente las filtraciones procedían del CNI o de algunas de las muchas personas que tuvieron acceso a ellas durante la investigación judicial; es un secreto que guardan los periodistas que las han publicado.

El lunes, antes de la reunión semanal del comité de dirección del PP, la ex secretaria general fue convocada a Génova para mantener un encuentro con Teo García y Javier Maroto. No le pidieron que dejara el escaño, pero si le trasladaron la conveniencia de que pensara en su futuro. Tras la revelación de las cintas, sería difícil que encabezara una lista electoral. El tiempo que le quedaba como diputada podía ser un calvario por el acoso de los medios y el rechazo de una buena parte de sus compañeros.

Al día siguiente, nueva carga: la publicación de una llamada telefónica de López del Hierro a su amigo Villarejo en la que le comunicaba que el "jefe" estaba de acuerdo con lo hablado en Génova. La indignación que provocó que trataran de implicar a Rajoy fue generalizada y ya ni la ocultaban destacados miembros de la dirección del partido, que confesaban abiertamente que esperaban que Cospedal diera un paso definitivo.

No ha conseguido salir por la puerta grande. No gustó que en su largo comunicado figurara la frase: "Si un partido no es capaz de defender a los suyos cuando son injustamente atacados, no puede esperar que los ciudadanos confíen en él”.

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