Opinión

Cambio de rumbo

Entró en el hemiciclo sin escaño y salió convertido en presidente in pectore, a la espera de la votación de este viernes que, salvo sorpresas, está cantada. 

Un dato muy significativo:  el entusiasmo en las filas socialista era perfectamente descriptible. Nulo. Excepto en la media docena de patas negra del sanchismo, que  con  tal de verse en el gobierno son incapaces de advertir ver la gravedad de lo que ha sucedido, y que lo describió perfectamente la canaria Ana Oramas,   con un solo escaño pero que una vez más ha pronunciado el discurso más creíble de la Cámara.  Su alegato contra la iniciativa de Sánchez fue demoledora, sobre todo cuando dijo cómo podía justificar el pacto con un partido que, de tan corrupto, se ha visto obligado a cambiar de nombre, el PDeCAT.

Sánchez ha logrado su objetivo y lo ha hecho con todas las de la ley: si no gana en las urnas  busca la moción de censura,  basada en una sentencia judicial que no es firme. La reflexión, por cierto, se la hacía a esta periodista un magistrado de reconocido prestigio. Pero la política es así, y dos jueces han tumbado un gobierno.  Con casos de corrupción y con un gran rechazo social, pero el previsible nuevo presidente no puede presumir de siglas intachables.   Y encima  se ve obligado a contar con partidos que pretenden escindirse  de España y con los que ha pactado no se sabe qué. Pero ha pactado y no será nada bueno, porque nada bueno puede salir de quienes hacen la ola al prófugo Puigdemont.

Sánchez  hace suyos los presupuestos de Rajoy.  Manda narices, con lo que dijo de esos presupuestos. Tampoco le duelen prendas en bailarle el agua a los independentistas de los que abominaba hace solo una semana y a los que ahora encandila con promesas de “diálogo y consenso”. ¿Qué pretende consensuar? ¿Qué no reactivará el 155 aunque avancen en sus fechorías ilegales y anticonstitucionales?

Se comprende el desaliento que transmitían muchos de los diputados socialistas cuando  asumieron que Sánchez seria presidente. No es la persona indicada. Por sus pocos escaños,  por sus socios, por sus cambios de criterio, por su incoherencia… el etcétera es largo.

Rajoy se va derrotado, pero no ha querido presentar la dimisión. Por dignidad y porque no solucionaba  nada, retrasar un par de semanas la elección de Sánchez.  Pasará a la oposición,  ya lo fue durante años. Esta vez con un ingrediente  añadido: veremos, por primera vez, un Rajoy cabreado por la forma en que ha sido desalojado del gobierno a través de una moción presentada por un partido  que ha pactado con quienes  menos quieren a España.  

Del debate de la moción de confianza ha salido un nuevo presidente, aunque  vapuleado por derecha e izquierda.  No lo va a tener fácil Pedro Sánchez, aunque intentará agotar la legislatura. Porque  adelanto,  ni de broma. Se lo ha exigido el  PNV… y él mismo es el menos interesado. 

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