Opinión

Castaño oscuro

El asunto del avión de la Fuerza Aérea que utilizan las autoridades españolas en sus visitas oficiales, pasa de castaño oscuro.

Una cosa es que seamos un país que no puede permitirse el lujo de costear determinados lujos, y otra muy distinta es que pongamos en riesgo la vida de los cargos más representativos de las instituciones del Estado y la de la tripulación, porque los aviones en los que se desplazan sufren averías sin fin que, afortunadamente y hasta ahora, solo han supuesto retrasos o cancelación de actos en los que estaba prevista la asistencia de alguna autoridad española, como ocurrió hace unas semanas cuando el príncipe se vio obligado a aplazar un encuentro con empresarios en Brasil. Encuentro importante para nuestra economía porque podía suponer un empujón para hacerse con sustanciosos contratos.

No sirve la excusa de que los aviones se encuentren en perfectas condiciones y que, aunque ya fueron comprados con unos años de uso a sus espaldas, su puesta a punto significó poco menos que convertirlos en nuevos con el kilometraje a cero. Si es cierto que se encuentran en perfecto estado de revista, como nuevos, entonces habrá que exigir explicaciones a la casa fabricante, porque no tiene razón de ser que los dos aviones destinados a los viajes de Estado y de Gobierno, o a las causas que el Ejecutivo considere necesarias, como distintas misiones de cooperación internacional, fallen con tanta frecuencia.

La seguridad es lo primero, pero no se puede dejar de lado un segundo aspecto que no deja de tener relevancia: la imagen institucional. En cualquier visita oficial los detalles tienen importancia, el protocolo, la calidad del programa, la oferta cultural con la que se completan las conversaciones oficiales, el lugar en el que se celebran esas conversaciones o las cenas y almuerzos oficiales, el renombre de los invitados a esas cenas y almuerzos oficiales… todo se mira con lupa, y los responsables de organizar visitas al extranjero, o las de los dignatarios extranjeros a nuestro país, dedican mucho tiempo y esfuerzo a esos capítulos que parecen menores y que sin embargo en muchos casos son la clave de un éxito diplomático.

Que el rey o el presidente de Gobierno llegue con retraso por una avería, que ese retraso obligue a hacer cambios en una agenda perfectamente medida, y que además se sepa que esas averías son ya el pan nuestro de cada, afecta muy negativamente la imagen de España y de los españoles.

Nadie pide un Air Force One, ni un avión como los que utilizan algunos dirigentes y magnates asiáticos o africanos que derrochan lujo por todas partes. Pero uno decentito que sea absolutamente seguro y llegue a tiempo, nos lo podemos permitir.

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