Opinión

Los efectos colaterales del 155

Carles Puigdemont, durante la última reunión semanal del gobierno catalán.
photo_camera Carles Puigdemont, durante la última reunión semanal del gobierno catalán.
 

Están  a tortas, dicen unos; es puro teatro, aseguran otros, Artur Mas es quien mueve todos los hilos, el PDeCat se desintegra, ERC quiere ir por separado en las próximas elecciones, Puigdemont va a responder sí al requerimiento, Puigdemont no va a contestar al requerimiento, va a responder no al requerimiento… Si no fuera un asunto tan serio, lo que pediría el cuerpo a cualquiera que pretende saber qué ocurre en Cataluña y, lo que es más importante, qué va a ocurrir, es alejarse de todo, no creer a nadie, y dejar que lo que vaya a suceder suceda de una vez y finalice esta dinámica en la que nadie, absolutamente nadie, ni siquiera Rajoy, ni siquiera Puigdemont, sabe cómo va a terminar esta historia. 

Tienen más claves que nadie, probablemente tienen todas las claves, pero les faltan datos fundamentales como por ejemplo conocer las decisiones de los jueces, o saber qué va a hacer la CUP para poner del revés la estrategia de Puigdemont. Porque la CUP, con Omnium Cultural y Asamblea Nacional Catalana, son los que pueden paralizar Cataluña como han demostrado sobradamente. La aparición  del 155 en esa complicada escena  marca el nuevo paso, la prueba es que todo el mundo está pendiente de lo que ocurra antes de las diez de la mañana del lunes. Y, en esa espera, se han producido ya reacciones en todos los frentes, que en algunos casos se pueden considerar efectos colaterales del 155… 

Uno de los grandes empresarios catalanes que anunció durante la semana que su buque insignia deja Barcelona, le decía a su interlocutor, más sereno desde que se había activado el 155, que esperase al lunes 16, porque ese  día comparecen ante la juez Lamela de  la Audiencia Nacional, los máximos dirigentes de Omnium  y de la ANC, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, que deben responder de un posible delito de sedición.  Si la juez decide tomar medidas cautelares, entre ellas la prisión preventiva, los disturbios de las últimas semanas se quedan en nada comparados con los que pueden organizar los independentistas-antisistema catalanas.

Mientras llega esa fecha que podría ser aciaga, la puesta en marcha del 155 marca el calendario. También el lunes Puigdemont debe responder al primer requerimiento del gobierno, que significa que debe responder sí o no a la pregunta de si ha proclamado la independencia. Si la respuesta es sí, se inicia el procedimiento para llevar al Senado  el decreto que desarrollaría el 155 y las competencias  de la Generalitat que asume el gobierno central. Si la respuesta es no, es la Generalitat la que debe tomar las medidas para echar abajo el documento independentistaí.  Si no responde Puigdemont, se consideraría que asume la proclamación de independencia. 

PUIGDEMONT CORTEJA A COLAU

El presidente catalán apura cada minuto del día tratando de buscar una salida digna, con todo en contra. El 155, que creía que Rajoy no se atrevería a activar por la falta de apoyo del PSOE,  ha sido como un puñetazo sobre el tablero de la política catalana.

El PDeCat no sigue a Puigdemont de forma unánime. La líder y coordinadora Marta Pascal no está por la proclamación de la independencia, como tampoco el consejero de Empresa Santi Vidal, una de las personas más de confianza de Puigdemont, y amigo íntimo, que hoy no oculta su alejamiento del presidente. En  ERC no están mejor las cosas, y su portavoz parlamentaria Marta Rovira  admite que si se celebran nuevas elecciones no se reproduciría la coalición.

La ruptura de la CUP con Puigdemont es ahora mismo un hecho aunque en el entorno del presidente insisten en que es puro teatro. Sin embargo la experiencia demuestra que si hay un partido en Cataluña que mantiene lo que anunció desde el principio, sin moverse ni un milímetro, es la CUP. 

La semana pasada, ante esa situación crítica, Puigdemont tomó varias iniciativas. Una de ellas, almorzar con la alcaldesa Ada Colau, para tantear el terreno sobre los apoyos que podría recibir en el caso de que la ruptura con la CUP  se materializara y se quedara . Colau no le ofreció ayuda, tiene altas aspiraciones y no le conviene apostar por un presidente derrotado. Por otra parte Colau no es independentista, ni Podemos, aunque en su empeño por defender el referéndum en algún momento se ha confundido esa defensa de lo que llaman “derecho a decidir” con simpatías independentistas. 

A Puigdemont solo podría salvarle convocar elecciones. Y esa salida se la aconsejan algunos de sus colaboradores que le dicen además que con los ánimos independentistas tan exaltados su partido podría conseguir un buen resultado. Sin embargo a Puigdemont, fuera de la Generalitat, el resultado electoral le importa menos, puesto que no va a ser candidato, pero sí le preocupa su situación jurídica, con varias querellas impuestas por la Fiscalía,  algunas de ellas con pena de inhabilitación o de prisión.

Es la razón de que, de cara a la respuesta que debe dar el lunes, antes de las 10 de la mañana, escuche por una parte a las personas de su equipo pero, fundamentalmente, escuche a sus abogados, que le explican cuáles son los delitos en los que podría incurrir en función de cómo plantee su respuesta a los dos requerimientos.

EL APÉNDICE DE COLAU

Esta situación explica por qué Rajoy, o Puigdemont, o Sánchez, no pueden predecir en este momento cómo se presenta el futuro de Cataluña. Se cruzan problemas políticos con judiciales … por no hablar de los económicos. El anuncio de las más grandes empresas y bancos de que abandonan Cataluña ha sido un golpe mortal para los cálculos económicos de la Cataluña independentista.

No solo esa Cataluña independentista sufre las consecuencias de la activación del 155.  En el PP no existían tensiones internas  y el liderazgo de Rajoy no lo cuestiona nadie, como tampoco cuestiona nadie el de Rivera en Ciudadanos

No se puede decir lo mismo de Podemos, donde existen discrepancias muy profundas dentro del propio partido y sobre todo entre Podemos y las fuerzas afines con las que se presentaron a las elecciones. 

La crisis catalana ha potenciado a Pedro Sánchez, y más desde que dejó atrás su animadversión por el 155 para apoyar la propuesta de Rajoy de activarlo una vez que Puigdemont llevó al Parlamento la independencia y, sobre todo, por patrimonializar a cambio que Rajoy aceptaba iniciar un proceso de  reforma de la Constitución. De esa manera Sánchez se coloca en primer plano político nuevamente, y consigue algo que se había convertido en una prioridad: el apoyo de su grupo parlamentario.

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