Opinión

El amigo americano

No hay un solo gobernante europeo con un entusiasmo desbordante por  hacerse amigo de Donald Trump, un personaje con un programa político y unos comportamientos personales que más bien provocan profundo rechazo. 

Pero no hay un solo gobernante europeo que no comprenda que es necesario mantener buenas relaciones con Estados Unidos, llámese su presidente Trump, Bush, Clinton, Reagan o el que hayan elegido los ciudadanos de ese país, que sigue siendo un país muy poderoso, con permiso de Putin y de Jinping. Aunque no hay día en el que  esos mismos gobernantes no se escandalicen por algunas de las decisiones de Trump. 

A Macron le faltó tiempo para invitarle a ser su acompañante de honor en la celebración de la fiesta nacional francesa, Merkel le trata con frialdad manifiesta pero le trata, y Rajoy no dudó el acudir a la Casa Blanca donde, por cierto, fue tratado a cuerpo de rey, ya que Trump le dispensó aquello reservado para los invitados relevantes: Blair House, almuerzo con los miembros más poderosos de su gabinete y rueda de prensa conjunta. En el Rose Garden, para presumir del buen tiempo washingtoniano.

Hablaron de los asuntos que preocupan en este momento en el panorama internacional, pero los titulares españoles se los llevó Cataluña, ya se ocuparon de ellos los dos periodistas españoles autorizados a preguntar en esa rueda de prensa. 

Los americanos preguntaron por Corea del Norte y por el enfrentamiento de Trump con destacados jugadores del fútbol de su país. Corea del Norte fue, desde luego, uno de los asuntos que analizaron en profundidad las dos delegaciones, así como la lucha contra el terrorismo islamista, Oriente Medio y Norte de África, la UE  tras las elecciones alemanas, Venezuela y la situación de la economía mundial tras la aparente superación de la crisis. 

Cuestiones no menores, pero a los les interesaba la opinión de Trump sobre Cataluña. Que dio para lo que dio, porque se atuvo a lo que se esperaba de él, como no podía ser de otra manera, para eso cuenta con asesores que le indican la declaración políticamente correcta y para eso se mueven las embajadas para acordar más o menos los términos en que debe expresarse, como ocurre en todos y cada uno de los encuentros entre presidentes y primeros ministros del mundo. De ese tipo de formato no suelen salir grandes sorpresas.

Para Trump, España es un gran país y desea que se mantenga unido. Motu propio, haciendo gala de su habitual forma de proceder, dijo en su lenguaje coloquial que sería “una tontería” que Cataluña se separa de España. No fue mucho más allá el presidente americano, aunque al menos no dijo aquello de que “es un problema interno”, como el embajador de Estados Unidos tras el 23-F. 

Misión cumplida en Washington, Trump se pronunció a favor de la unidad de España. Todo lo demás que trató con Mariano Rajoy no interesa.  

Te puede interesar