Opinión

El gobierno de figuras

Pablo Casado lo llama “gobierno bonito”, y algunos periodistas políticos, cuando Pedro Sánchez anunció los nombres de los ministros lo calificaron de “gobierno de figuras”. 

Una cayó rápido, era muy conocida porque encadenaba programas de televisión y andaba a vueltas con Hacienda: Maxim Huerta permaneció en el cargo diez días. Guirau, su sustituto, era figura  también, pero de otro perfil,  más profesional. Figura también en Valencia era Montón, que duró lo que un merengue en la puerta de un colegio, como figuras conocidas eran los jueces Marlaska y Robles y la fiscal Delgado…

Esta última entra ahora en escena acompañada de la figura menos deseable: el excomisario Villarejo, cuya agenda desmenuzan quienes investigan sus posibles fechorías y en ella aparece apuntada una cita con Delgado,  que el Ministerio de Justicia se ha apresurado a negar que se hubiera producido. Horas más tarde, ya no era exactamente así la negativa, sino que Delgado y Villarejo no habían tenido ninguna cita “profesional”. Que no es lo mismo que decía el comunicado del Ministerio. No es por nada, pero hasta ahora, todo lo que toca el excomisario Villarejo sale muy seriamente contaminado. 

Solo le faltaba a Sánchez que el mismo día que hacía balance de sus cien días y esperaba centrar el titular en la reforma constitucional para eliminar los aforamientos –caballo de batalla de Rivera y condición que pone a Susana Díaz para mantener el apoyo a su gobierno- la atención y el morbo estén puestos en  su ministra de Justicia y el excomisario preso que  ha  colocado en situación imposible a docenas de personas conocidas que, por sus vinculaciones con Villarejo, han perdido el cargo. Alguno incluso ha conocido la cárcel. El gobierno de figuras se va desdibujando. Robles no tenía en el pasado buena sintonía con Delgado, por las cuestiones personales-profesionales-políticas que envenenaron hace años una Audiencia Nacional con exceso de egos; por otra parte el caso de la venta de bombas a Arabia Saudí ha debido dejar mal sabor de boca a la ministra que se ha visto desautorizada. Calviño, que llegó con su aureola europea, no despega, incluso parece desaparecida, y Duque ha tenido la inteligencia de no meterse en ningún berenjenal político y mantenerse en su nube, chiste fácil que se puede hacer sobre un astronauta admirado.  

Ese gobierno bonito o de figuras, llega a los cien días así muy maltrecho para el poco tiempo transcurrido desde que tomó posesión. Tanto,  que el propio Pedro Sánchez le confesaba ya a la periodista Ana Pastor que no descarta adelantar elecciones si se ve incapacitado para gobernar.

Más le valdría a la ministra de Justicia aclarar cuanto antes cuál ha sido su vinculación con Villarejo, porque ya se sabe que hay media docena de periodistas que publican siempre todo lo que conviene al excomisario, que cree que en una de éstas, por miedo a que tire aún más de la manta, le levantan la prisión provisional.

Te puede interesar