Opinión

El momento de decir adiós

Así llamó Rajoy a su despedida, "el momento de decir adiós”, pero añadió a continuación "me aparto pero no me voy", y advirtió que aportará al partido "lo que pueda y sobre todo seré leal”.

Esas dos palabras, seré leal, puso al auditorio en pie. Sabían perfectamente a qué y a quién se refería Mariano Rajoy. En contra de lo que se suponía, no lanzó ningún mensaje que se pudiera intepretar como apoyo a alguna de las dos candidaturas. Está ya asumido que Casado no tiene la menor intención de acordar nada con Soraya. Se cree además vencedor y por tanto considera que no tiene nada que peder si se presenta en solitario.

Rajoy no dio pistas sobre qué le gustaría que saliera del congreso extraordinario, a no ser que su defensa de lo realizado desde el gobierno, agradeciendo el trabajo de quienes estaban en la sombra, pueda considerarse como una mención indirecta a la mujer que ha sido su brazo derecho en esa gestión. Pero en el capítulo de agradecimientos, solo pronunció un nombre, Viri, su mujer. El resto fue de agradecimiento general, sentido y sincero, a todo el partido y a todos y cada uno de sus dirigentes y militantes.

Reivindicó su gestión en el momento de su despedida, sus logros, su lucha contra la corrupción, el artículo 155, la superación de la crisis económica y la derrota de ETA. En unos términos que algunos interpretaron como una indirecta a Aznar: "Jamás he caído en la tentación de negociar con ETA, jamás he procedido a un acercamiento de presos. Jamás. Hemos derrotado a ETA a cambio de nada”.

Pronunció en su despedida una frase que levantó al público de sus asientos: “He tenido el honor de ser político. A mucha honra". Con una defensa a ultranza del ejercicio de la política como una función noble, de servicio a le gente, servicio al país y defensa de los valores. Una función por la que muchos pierden la vida.

Lloró Marian Rajoy en su último discurso como presidente del PP. Lloró Viri, lloraron otros miembros de la ejecutiva saliente del Partido Popular y lloraron muchos de los compromisarios. La despedida de Mariano Rajoy no dejó indiferente a nadie. No podía serlo. Porque es un hombre muy querido en su partido, porque la abrupta salida del gobierno ha dejado a su gente anonadada y porque además Rajoy supo tocar la fibra más sensible de su gente ya que él mismo estaba muy sensibilizado.

Ponía fin así a una vida política de casi cuarenta años en la que ha ocupado todos los puestos imaginables, desde concejal hasta presidente del gobierno. Se va con seguidores incondicionales y con adversarios políticos de todo signo. Unos le guardan respeto desde la discrepancia; los menos le detestan porque hay ideologías que excluyen a los que discrepan. Pero nadie podrá decir que no se ha dedicado a España y a su partido con todas sus fuerzas. No todo el mundo puede escribir eso en su curriculum.

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