Opinión

Empieza la cuenta atrás

Las cosas se están desarrollando como tenía previsto el Gobierno. Ha sido necesario convocar el consejo de ministros y al Tribunal Constitucional para que se pronuncien sobre las nuevas iniciativas de los  independentistas catalanes, pero, también como se preveía, la Mesa del Parlament se ha arrugado y no ha aprobado la ley del referéndum. Siguen mareando la perdiz por miedo a la inhabilitación, la multa o incluso la prisión, nadie firma ni siquiera un certificado de recibo de un pedido, no vaya a ser que le empapelen.  

El coraje no se encuentra entre las virtudes de los dirigentes de Junts pel Sí, solo se mojan los de la CUP que, aunque  cuentan con una presencia mínima en el Parlament, son quienes mandan en  Cataluña. Puigdemont es una figura patética, que solo busca convertirse en víctima para ver si de esa manera recompone su deteriorada imagen. Es la razón de que haya anunciado que se va a declarar insumiso ante las decisiones del Tribunal Constitucional, a ver si con un poco de suerte le meten unas horas en prisión y se puede colocar los laureles de héroe que hoy por hoy le están vetados  por su absoluta inconsistencia como político.

A pesar de que Forcadell se ha achantado y la Mesa del Parlamento catalán no ha aprobado la ley del referéndum, ha empezado la cuenta atrás del proceso independentista, porque esa Ley necesariamente debe ser aprobada en doce o quince días si pretenden convocar el referéndum el 1 de octubre. Y está preparada ya la respuesta judicial y política correspondiente, como se ha demostrado este miércoles con las reuniones del Consejo de Ministros y del Tribunal Constitucional para actuar de inmediato si la Cámara catalana aprobaba la ley. 

Se quejaba la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, de que el Gobierno  abusa de las respuestas judiciales.  Que explique qué haría su partido, después del fiasco que provocó Rodríguez Zapatero cuando prometió aceptar el Estatut que fuera aprobado en el Parlamento catalán. De aquellos polvos salieron estos lodos, como reconoce la gente  solvente del PSOE, que la hay, aunque Pedro Sánchez la tiene fuera de juego, para dar paso a personajes como el nuevo portavoz, que como ha hecho Trump con los sucesos de Charlottesville,  ve tanta responsabilidad en Maduro como en la oposición en la grave situación que sufre  Venezuela.

Seguramente Mariano Rajoy pudo haber tomado medidas políticas hace tiempo para cortar de cuajo el independentismo. Pero llegado a un punto de no retorno, lo único que está desbaratando a  los independentistas es la aplicación estricta de la ley y la Constitución.  Eso sí, pasado el 1 de octubre, habrá que iniciar otra estrategia para que Cataluña no se convierta en un problema que ponga en riesgo la estabilidad territorial e institucional de España. Una estrategia en la  que se escuche más a los nacionalistas catalanes –no a los independentistas- de lo que se ha hecho hasta ahora.

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