No tiene capacidad de cumplir sus propuestas programáticas porque con 84 diputados no puede ir muy lejos, la prueba es que la ministra Valero ha declarado, con realismo, que no se puede derogar la Reforma Laboral. Pero, más que cumplir sus promesas, Pedro Sánchez está dedicado a ganarse la confianza de los escépticos.
Se precipitó en el primer consejo de ministros, y cosechó críticas incluso entre sus incondicionales, por abolir el control semanal de los dineros enviados a Cataluña en vez de ocuparse de algún asunto social más apropiado para “vender” la llegada de un gobierno socialista, pero se apuntó con el caso “Aquarius” fuera acogido en el puerto de Valencia y también al cesar a Maxim Huerta, aunque se resistió durante horas hasta que los ministros más políticos y su jefe de gabinete le hicieron comprender que no tenía más salida que prescindir del polémico ministro. A lo largo del día aparecieron noticias que demostraban que Huerta había trampeado con sus declaraciones a Hacienda para pagar menos, también que mentía al alegar que se había producido un “cambio de criterio” y además unas declaraciones del propio Pedro Sánchez en su día sobre los que creaban sociedades ficticias convertían la situación en insostenible.
Sánchez está tomando decisiones rápidas y drásticas, y eso es bueno. Da argumentos a los suyos para marcar distancias con un Rajoy al que no gustaba decidir, y además demuestra ser implacable ante posibles irregularidades o casos de corrupción. No deja de ser curioso que el mismo día que se produce el cese de Huerta, otro presidente recién llegado, el de la FEF, fuera drástico también ante el caso Lopetegui. Las formas son importantes en política, deporte y cualquier ámbito de la sociedad, y no se puede admitir que un profesional de lo que sea negocie su fichaje por otra entidad cuando faltan horas para que se inicie su proyecto más importante.
El presidente Sánchez y el presidente Rubiales han demostrado una firmeza que es aviso a navegantes. Aviso para quienes se toman su trabajo a título de inventario pero, también, para que los ciudadanos sepan que por encima de todo hay que mantener los principios.
Pedro Sánchez, cumplido el trámite de nombrar gobierno y de reaccionar ante los primeros acontecimientos que se le han ido presentando, debe afrontar ya su primer reto importante: el diálogo con las autoridades catalanas. Esa será su piedra de toque, la demostración de que efectivamente defiende con firmeza la legalidad y la Constitución, como debe hacer un presidente de Gobierno. Que puede y debe dialogar con independentistas, por supuesto, pero lo que importa es qué límites pone a las concesiones que le va a exigir Quim Torra.
Ese es el problema del presidente Sánchez, con el precipitado anuncio de la ministra Batet de abordar la reforma urgente de la Constitución que no gustó siquiera a parte del actual gobierno. Un presidente firme gusta, pero dispuesto a ceder por razones de supervivencia, asusta.