Opinión

Ganó el Estado

Pocas frases resumen mejor la situación que las enviadas por Puigdemont al ex consejero Comin, “Volvemos a vivir los últimos días de la república catalana”, “Moncloa triunfa”, “Esto se ha terminado”, “Los nuestros nos han sacrificado, al menos a mi”. Sacrificado,  la palabra utilizada por Joan Tardá – sensato en estos complicados tiempos- para explicar qué cómo se debía  desbloquear la situación: prescindiendo de Puigdemont como candidato.

Puigdemont y Comin,  atrincherados los dos en Bruselas mientras sus compañeros renunciaban a seguir defendiendo su escaño para permitir así que corriera la lista y no se perdiera la mayoría parlamentaria independentista, confesaban su desazón. Los mensajes de wasap significaban  su rendición ante  el Estado ante el que se rebelaron, que utilizó todas las armas de las que disponía, excepto las bélicas, para neutralizar a un ex presidente de la Generalitatr del que sus propios compañeros decían, sotto voce, que había perdido los papeles, que no se atenía a razonamientos, que había entrado en una dinámica enfermiza, de las que tratan los psiquiatras. Con sus mensajes a Comin  acaba sucorta biografía política. Pero intensa,  tanto que ha provocado la crisis más grave que se ha vivido en la España democrática.

Ahora quedan cuestiones importantes por resolver. La primera, esperar al siguiente paso de los independentistas. Lo inteligente sería que propusieran un candidato limpio de problemas judiciales,  porque en caso contrario la amenaza de  inhabilitación o de  prisión provocaría que en unos meses quedaría nuevamente vacante el sillón presidencial del Palau de la Generalitat. Segunda cuestión, es fundamental que se inicie una nueva etapa en las relaciones entre Cataluña y el resto de España. En el aspecto político-gubernamental, desde luego, pero también en lo social. Ya está bien de boicots, de declaraciones intemperantes, de considerar ladrones a los españoles o insolidarios a los catalanes.  

El nuevo gobierno de la Generalitat y el gobierno de España, de momento el de Rajoy, que seguro que contará con el apoyo de PSOE y Ciudadanos para abordar la crisis, deben iniciar una etapa nueva. Sin ceder ni un milímetro en el respeto a la Ley,  sin que Cataluña obtenga privilegios que le están vedadas a las restantes comunidades autónomas, aunque se puede avanzar en cuestiones relacionadas con la identidad cultural y otras singularidades. 

Sin embargo, a no ser que se produzca una reforma constitucional con el consenso de todos los partidos, Cataluña no puede avanzar en las ansias independentistas de parte de su población. Parte, y minoritaria. Aunque se ha acrecentado en los últimos años precisamente por el radicalismo de Mas y Puigdemont y la falta de disposición del gobierno español a aceptar desafíos contrarios a la ley. Puigdemont ha quedado neutralizado y ahora toca esperar.  Con la esperanza de que las cosas se hagan bien. No se pueden cometer más errores: Cataluña, y España entera, merecen que se deje atrás la pesadilla. 

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