Opinión

La guerra de los máster y doctorados

Se  enturbia  el panorama para Pedro Sánchez aunque es impensable que  la polémica sobre su tesis  para acceder al doctorado en Economía le cueste la presidencia, mientras se va aclarando el panorama para Pablo Casado con la oposición de la Fiscalía investigue sobre el posgrado que inició en la Universidad Rey Juan Carlos para acceder al doctorado, que algunos confunden con un máster.  La decisión de la Fiscalía no es vinculante, pero importa, se tiene en cuenta. Pablo Casado, que siempre creyó que su caso iba a ser archivado porque consideraba que no había cometido ninguna irregularidad, solo se plantearía la obligatoriedad de presentar su dimisión como presidente del PP  en el momento en el que se le abriera juicio oral, que es lo que marcan los estatutos de su partido. 

La proliferación de máster presentados por personajes relevantes ha invadido directamente en la vida política española, y de momento ha costado el cargo a  la ya expresidenta del gobierno de Madrid Cristina Cifuentes, y la ya exministra de Educación, Carmen Montón. 

La culpa la tiene Bolonia, el plan Bolonia. De la universidad actual se sale con un título de graduado,  que se convierte en licenciatura con un máster de uno o dos años, que para ejercer algunas profesiones, como la abogacía es obligado. Esa obligatoriedad ha provocado que las universidades organizaran sus propios máster, o llegaran a acuerdos con institutos y fundaciones creadas por catedráticos y profesores, para impartirlos en su universidad.

Por otra parte, en algunas regiones el grado se otorgaba con solo tres años de universidad, y en ese caso el máster complementario debía ser entonces de dos años. La famosa polémica del 3+2 y 4+1 que protagonizó la vida universitaria hace unos años. Cuando alguien iniciaba un master, se le convalidaban asignaturas en función de que su graduación correspondiera a cuatro o tres cursos universitarios o, si era anterior a Bolonia, de cinco. 

En cuanto a los doctorados, si hace años las tesis debían ir acompañadas con un trabajo exhaustivo de investigación y las tesis tardaban en realizarse un mínimo de dos o tres años. En una segunda etapa se aligeró la carga, con tesis más cortas. En estos últimos tiempos, la tesis algunos estudiantes se las tomaban  como un trámite al que no dedicaban, ni de lejos, el esfuerzo y el tiempo que los anteriores licenciados. Es el caso del presidente Sánchez,  con una tesis de 300 páginas, de las que gran parte son copia de informes, artículos e incluso conferencias, en la que además contó con la ayuda inestimable de quien había sido jefe de gabinete del  ex ministro de Industria Miguel Sebastián. Tan inestimable era la ayuda que las dudas se han centrado en averiguar si efectivamente Sánchez escribió su tesis o se limitó a presentarla con su nombre. Carlos Ocaña escribió un libro que recogen varios de los capítulos de la tesis. Desde que surgió el nombre Ocaña y las dudas sobre la autoría de la tesis del presidente, no hay día en el que no aparezca un nuevo datos sobre el “corta y pega” de la tesis.

Los cuatro casos que han convulsionado la vida política son muy diferentes entre sí. No hay ninguna certeza de que Cifuentes haya realizado el máster, no la recuerda ni un solo profesor ni un solo compañero, y se ha comprobado la falsificación de alguna firma y de cambio de nota. Montón consiguió su máster matriculándose fuera de plazo y con algunas asignaturas del máster ya dadas, e incluso presentó el Trabajo de Fin de Máster sin haber aprobado previamente todas las asignaturas. Casado no hizo ningún máster, sino un posgrado para acceder al doctorado, y el acento se pone en el exceso de convalidaciones y  también en que ha presentado titulaciones de universidades extranjeras  cuando los estudios, de apenas cinco o seis semanas, los hizo en Madrid. Su explicación: se trataba de universidades con sede en Madrid y titulaciones homologadas por el gobierno español.  

Pedro Sánchez no aportó titulaciones de máster en su curriculum,  sino el título de doctor,  que hay quien pone en duda que lo merezca por la escasa entidad de la tesis… sobre cuya autoría se duda, que es lo más grave en su caso si se demuestra que la tesis es de Ocaña, que accedió a trabajar para Sánchez a petición de su “jefe” Miguel Sebastián.

TACHAR, TACHAR, TACHAR

El plan Bolonia, así como una crisis en el empleo  que primaba a los universitarios y a los que habían completado sus estudios con nuevas titulaciones, abrió la espita para que miles de españoles se apresuraran a conseguir máster para  intentar así conseguir un trabajo que, pensaban, solo con una licenciatura no lo conseguían. 

Esa obsesión por los títulos hizo proliferar a los institutos y fundaciones que organizaban máster. Un negocio, que a su vez era un negocio para las universidades con las que concertaban acuerdos para  impartir masters a sus estudiantes.  El “pecado” ha estado en la falta de control de esas universidades sobre  el funcionamiento interno de las organizaciones con las que habían contratado los masters.

La URJC se ha llevado la palma en ese sentido. Su eficiencia se encuentra hoy en entredicho a pesar de que su nivel de estudios  es equiparable a la mayoría de las universidades españolas, pero su acuerdo con un instituto que ha regalado titulaciones, falsificado firmas y llegaba a acuerdos con  personalidades para darles unas facilidades escandalosas pues ni pisaban la universidad ni entregaban ningún trabajo, ha provocado que la URJC se vea hoy con su valoración bajo mínimo. Una situación que preocupa a sus miles de estudiantes, que temen que sus titulaciones universitarias se vean devaluadas por el hecho de haber hecho la carrera en esa universidad, a la que piden responsabilidades por su desidia y exigen el relevo de su rector.

El caso Cifuentes ya provocó que infinidad de altos cargos, con sus curricula “hinchados” con máster,  se hayan apresurado a borrarlos. Las tachaduras se han hecho tan habituales, que las redes sociales se han plagado de chistes y comentarios jocosos ante tanta tachadura. Una especie de "sálvese quien pueda" de dirigentes de distintos partitos que se han apresurado a eliminarlos de su vida ante el temor de que se descubriera que no contaban con determinadas titulaciones. 

El último, el jefe de gabinete del presidente Sánchez, Iván Redondo. El OK diario publicó este viernes que no cuenta con estudios en Dirección de Campañas Electorales por la Universidad George Washington, estudios que figuraba en su curricula y que borró en cuanto accedió a ese importante e influyente puesto.

Los máster han abierto muchas puertas profesionales… pero se han convertido en pesadilla para varios e importantes políticos españoles.

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