Opinión

El impostor

El problema no es que un porcentaje importante de españoles den credibilidad a las patrañas del llamado pequeño Nicolás al que ahora hay que llamar Fran. El problema es que un porcentaje no pequeño de periodistas a los que se supone bien informados han “tragado” sus historias e incluso le tratan como si fuera un ser superior, de inteligencia fuera de lo común capaz de engañar a las más altas instancias del Estado.

De lejos se veía que aquello no se tenía en pie. Si un periodista piensa que le encargaron negociar con Manos Limpias en nombre de la Casa del Rey, negociar con el gobierno de Guinea Ecuatorial de parte del ex ministro Moratinos, que era agente del CNI, que era capaz de formalizar visitas del Rey Juan Carlos o de hacer gestiones delicadas para la vicepresidenta del Gobierno, la conclusión inmediata a la que se llega es que ese periodista no tiene la menor idea de cómo funciona la Casa Real, ni el gobierno, ni el CNI, ni cómo se llevan las relaciones entre países.

Fran Gómez Iglesias es listillo, no listo, y conoce el poder de una fotografía o de encandilar a alguien ofreciendo lo que ese alguien necesita. Por ejemplo, apareció por la sede de FAES hace unos años diciendo que él podía llenar un salón de actos con estudiantes ansiosos de escuchar a José María Aznar. Una buena idea. Y aquella fotografía junto a Aznar le abrió las primeras puertas para nuevas fotografías que hicieron milagros. Eso es todo. Pero negociaciones institucionales, ni una. Por mucho que diga la contrario. En ese sentido es conveniente leer el reportaje que ha escrito Javier Ayuso, responsable de Comunicación de la Casa Real en los años en los que Fran-Nicolás supuestamente tenía importantes relaciones con la Casa y negociaba en su nombre. Ahí cuenta, entre otras cosas, de qué manera logró acudir a la recepción de proclamación del Rey Felipe, o entrar en la sede del CNI.

Un CNI que realizó las primeras investigaciones sobre el personaje cuando a la Vicepresidenta de Gobierno le llegaron noticias de que alguien decía hablar en su nombre. Fue el CNI el que facilitó los datos a la policía que detuvo al impostor, en cuyo domicilio encontraron papeles falsificados.

Se descubrió el pastel, pero el papanatismo ha hecho presa en algunos y tratan al personaje como si fuera un genio de la naturaleza, un chaval con una capacidad innata de negociar lo que los hombres de Estado no han sido capaces de negociar, y desbloquear asuntos que ministros y empresarios tenían bloqueados.

A algunos empresarios sí ha engañado, y en el pecado llevan su penitencia, por creer a un impostor veinteañero en lugar de confiar en un profesional riguroso. Y encima le han pagado por supuestas gestiones. Listillo es, pero los que le creen son bobos de solemnidad.

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