Opinión

Insumisión... o teatro

El problema de Pedro Sánchez se llama 84. No Cataluña, sino 84. Si tuviera más de 84 diputados no tendría que pactar con los independentistas catalanes como se ha visto obligado a hacer, ni tendría que poner buena cara a Bildu, ni tendría que arrojarse en brazos de Pablo Iglesias y asumir sus propuestas demagógicas por no decir demenciales. El independentismo catalán nos va a amargar el mes de septiembre y los que vienen después, con el peligro de que la guerra de los lazos amarillos, como decía no sé quién, corre el peligro de derivar en lazos negros, que es lo que algunos están buscando. Y esas son ya palabras mayores.

Carmen Calvo presume de haber mantenido contactos con Elsa Artadi y el presidente Sánchez no pierde oportunidad de decir que piensa entrevistarse nuevamente con Quim Torra. Lo que habría que preguntarse es si sirven de algo esos encuentros excepto para un intercambio constante de amenazas, si me apruebas los presupuestos aquí yo no te los apruebo allá, como no liberes a los políticos presos –ellos dicen presos políticos- te vas a enterar de lo que te espera las próximas semanas. 

En esta rentrée los independentistas están decididos a que no dejemos de hablar de Cataluña, a pesar de que ya aburre. Sin embargo… hay sin embargo. La ruptura social es la más grave que ha vivido Cataluña a lo largo de su historia, la confrontación está teniendo consecuencias económicas muy negativas pero, a poco que se analice lo que ocurre, se llega a la conclusión de que lo peor ya ha ocurrido. Porque lo que importan son las decisiones contrarias a la ley, las que tomaron Puigdemont y su gobierno anterior, las que provocaron el 155, y desde que se desarticuló al elegir nuevo presidente, no se ha tomado una sola decisión que quiebre la legalidad. Entre otras razones porque el parlamento catalán está cerrado y se abrirá sabe dios cuándo. Mientras no se vuelva a abrir, viviremos un concurso de bocazas. Puigdemont y Torra se llevan la palma, pero la fuerza, por ahora, se les va por la boca. 

Las algaradas son infinitas, multitudinarias, con megafonía y los medios de comunicación afines haciéndose eco a todo trapo, pero las decisiones ilegales y anticonstitucionales, brillan por su ausencia. No se sabe si por temor a que vuelva el 155, porque Puigdemont cree que es más fácil torcer el brazo de Sánchez que el de Rajoy, o porque no les interesa descubrir su auténtica cara ante las autoridades judiciales de Bruselas que deben decidir sobre Llarena. Además está ahí mismo el juicio a los jefes independentistas. Pero, por mucho que nos preocupe y cabree lo que ocurre todos los días en Cataluña, de momento se queda en amenazas. En teatro. En griterío, manifestaciones, insultos y desplantes. Pero decisiones ilegales, ni una. De momento. Por si acaso. Ya vieron las orejas al lobo.

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