Opinión

La deriva de ZP

No se sabe bien a qué le pasa a Zapatero, pero desde luego, no es nada bueno. Sorprende desde hace un par de años que un personaje de su entidad, que ha sido secretario general de un partido serio como el Psoe y presidente del gobierno de España se haya visto subyugado por Maduro de tal manera, que no solo se muestra cerril en su defensa del presidente venezolano y su revolución bolivariana sino que además da un giro radical hacia la izquierda más alejada de los modos democráticos cuando responde al requerimiento de Otegi para mantener un encuentro con él. Como si el exideólogo de ETA fuera alguien por quien sentir el respeto suficiente como para escuchar su punto de vista sobre la situación que vive España. 

Maduro es un personaje hacia el que no se puede tener la menor consideración. Mediocre, venal, dictatorial, que no duda en utilizar cualquier método, incluido el asesinato, para mantenerse en el poder. Ha convertido uno de los países más ricos de América en un solar en el que campan la miseria y la falta de derechos humanos. Maduro no ha aceptado el resultado de las urnas y eligió una asamblea parlamentaria a su medida, se deshizo de la oposición con los métodos más brutales, incluso de chavistas que le cuestionaban, ordenó a ejército y policía a arremeter contra manifestantes críticos y, lo último, ha “suicidado” a un político opositor cuando era interrogado por su policía. Zapatero ha apoyado a Maduro en esto último, dando por buena una versión que no cree ni la sombra de Maduro, porque es versión contraria a la inteligencia tal como se han producido los hechos. A Zapatero ya le tocó de lleno el síndrome de La Moncloa, mezcla de aislamiento y vanidad exagerada, pero también el síndrome que afecta a los poderosos allá donde estén, en gobiernos o empresas. Lo definió muy bien el ex secretario del Foreing Office David Owen, neurólogo y psiquiatra, cuando explicó que al principio piden a sus colaboradores que le hablen abiertamente; después empieza a alejarse de ellos cuando no le gustan las críticas, y en una tercera fase se ve afectado por la manía persecutoria, piensa que todo el mundo está contra él. Si nadie interviene para hacerle reaccionar positivamente, el poderoso llega a un cuarto círculo cercano a la paranoia, con narcisismo exagerado y convicción de que le ampara permanentemente la razón. Síndrome de Hubris, le llamó Owen. Visto lo visto con Zapatero, quizá le convendría al expresidente leer su libro, para no caer aún más en el ridículo.

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