Opinión

El mal menor

Así calificó Javier Fernández la abstención  en la investidura de Rajoy, el mal menor. El presidente de la gestora socialista  expuso los riesgos de que se celebraran nuevas elecciones. Los conoce todo el mundo excepto el que no quiera verlos porque prefieren empecinarse en sus posiciones.  

Sin embargo, la abstención empieza a sumar votos  aunque con excepciones, entre ellas Susana Sumelzo, Odón Elorza o Iceta. Siguen defendiendo el "noesno". 

César Luena, el número dos del  partido con Pedro Sánchez, fue claro al expresar lo que siente: un diputado está obligado a aceptar la disciplina del partido, pero personalmente preferiría que se diera a los militantes la opción de decidir. Luena, no se le escapa a nadie,  quiere dar peso a quienes pueden ser la única tabla de salvación que le queda a Pedro Sánchez si pretende ser reelegido en primarias secretario general del partido. Sánchez, por cierto, no acudió a la reunión de diputados y senadores con Javier Fernández. Tras sus vacaciones, sigue haciendo mutis por el foro. Los suyos andan pidiendo en el Congreso que se le conceda la presidencia de alguna de las comisiones que todavía no se han formado, pero si se mantiene en la ausencia  pertinaz, será difícil encontrar los apoyos suficientes para acceder a un cargo parlamentario de relevancia.

A Javier Fernández se le notaba el miedo a la ruptura del PSOE, a que sus tensiones internas dejen al partido herido de muerte. Y se le notaba también que, para que atraer a los más reticentes, se sintió obligado a pronunciar un duro alegato contra el PP y contra Rajoy, como si quisiera hacerse perdonar  el cambio de posición.

Aunque en honor de la verdad hay que recordar que el presidente asturiano es de los que, desde que se conoció el resultado del 26-J, se pronunció por permitir  que gobernara mariano Rajoy y fortalecer el PSOE desde la oposición. 

Es, por otra parte, lo más inteligente, visto que con la postura intransigente de Pedro Sánchez el partido perdía votos a chorros, situación que aprovechaba Podemos para crecer y hacerse con la calle a costa de los problemas internos del PSOE.

En este escenario tan complicado para el PSOE, la profunda división interna, el fuera de juego en el que se encuentra Sánchez, y la evidente debilidad del partido, cabe preguntarse si acertó Sánchez, con el partido detrás, al rechazar de plano un gobierno de coalición con el PP.  Hoy sería vicepresidente de gobierno, toda una beca para aprender a hacer política, gestionar crisis, hacerse un nombre internacional y contar con una experiencia de la que hoy carece.

Y el partido podría recomponerse al mismo tiempo que se formaban nuevos cuadros, que no anda sobrado de ellos. Pero ni Sánchez y los suyos no quisieron ser  segundos de nadie. Y se han quedado  sin ser ni segundos ni cuartos, y con un  futuro incierto mientras no haya sensatez en su presente.

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