Opinión

Matrimonio de conveniencia

No confían excesivamente el uno en el otro, tampoco en sus comentarios privados se advierte admiración mutua, pero creen los dos que están condenados a entenderse. Es más, Pedro Sánchez está dispuesto a cualquier cosa con tal de conseguir convertirse en presidente de gobierno y, mientras no se celebren nuevas elecciones, eso solo es posible si cuenta con el apoyo de Pablo Iglesias. Además de otras muchas condiciones que no se dan, pero cree que líder socialista que si consigue el aval del líder de Podemos, puede  provocar que se den esas condiciones. Cuando le explican que no salen las cuentas responde, crecido, que tampoco salían cuando se le decía que no tenía ninguna posibilidad de recuperar la secretaría general y ahí está, en su despacho de Ferraz dedicando todos sus pensamientos a hacerse con La Moncloa.

Este martes Sánchez e Iglesias han vuelto a la escena del sofá que vivieron en varias ocasiones hace más de un año, cuando Sánchez intentaba lo mismo que ahora, ser presidente.  Iglesias se deja querer, como hizo antaño,  y lo que no se entiende es que Sánchez repita la historia después de lo que él mismo considera que fue un engaño, pues después de que Iglesias le hiciera creer que la operación estaba hecha puso sobre la mesa condiciones inaceptables: no con Ciudadanos –previamente ya había dicho Ciudadanos que no con Podemos- y todas las carteras relevantes más la dirección de RTVE para Podemos, además de varios asuntos relacionados con puntos programáticos. Aquello provocó la ruptura de negociaciones y, lo más grave para Sánchez, el fracaso de su investidura.  

Sánchez tiene muchos defectos, pero no se rinde. Cuenta Ainara Guezuraga en un libro apasionante, que tras las elecciones de diciembre del 2015 presionó a Antonio Costa, Tsipras y Shulz para que a su vez presionaran a Iglesias y le diera su apoyo. Esfuerzo inútil  porque aunque Tsipras llegó a llamar a Iglesias finalmente  los tres alegaron  que no podían interferir en un asunto interno español. Pero ese movimiento demuestra hasta qué punto la osadía, o la ambición de Sánchez, no tiene límites.  

Osadía y ambición que hasta ahora no le ha permitido tener su despacho en Moncloa, pero el dirigente socialista no tira la toalla. Varios de sus compañeros confiesan que a La Moncloa se llega a través de las urnas, no con mociones de censura, pero no se atreven a decírselo a Sánchez o, si se lo dicen, no les escucha.  Porque no piensa en otra cosa, en gobernar como sean. Y para eso necesita a Pablo Iglesias desesperadamente.

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