Opinión

Moción fallida

El martes 13 ha sido martes 13 para Pablo Iglesias si pretendía presentarse como un dirigente político con un programa alternativo al del actual gobierno. 

Mariano Rajoy, que tuvo la inteligencia de hacer creer a todo el mundo que “pasaba” del debate, sorprendió  -solo media docena de personas de su equipo estaban en el secreto- cuando salió a replicar a Irene Montero. Pero donde demostró que es un parlamentario fuera de serie, como reconoce desde siempre la oposición, toda la oposición, fue en su réplica a Pablo Iglesias. Usó la sorna, la socarronería, la ironía, artes que domina como nadie, y golpeó con dureza al candidato Iglesias y a su portavoz Montero, a los que dio del derecho y del revés y dejó descolocados.  Como decía exultante una diputada socialista, “les machacó”, mientras un compañero de filas comentaba que “Rajoy nos ha hecho el favor del siglo”. Tenían razón, Pedro Sánchez debía estar más que satisfecho en su despacho de Ferraz mientras se vapuleaban sus dos principales adversarios.

Entre los errores monumentales de Iglesias, con un discurso interminable propio del castrismo de Fidel, al que había antecedido otro discurso interminable de Irene Montero, decidir que Montero fuera la presentadora de la moción.  Tuvo una primera media hora brillante, aunque prolongar su intervención tan desmesuradamente hizo olvidar esos primeros minutos de buen parlamentarismo. Pero Montero fue la figura indiscutible  del podemismo. Pablo Iglesias consiguió dejar algún buen recuerdo fue porque en las múltiples réplicas a Rajoy sacó  algo del ingenio que le había faltado en esas tres horas largas que se hicieron eternas, repetitivas, aburridas, tediosas. Rajoy le descalificó como posible presidente de gobierno con argumentos sólidos, pero solo pensar que pueden convertirse en cotidianas esas intervenciones inacabables dan ganas de impedir por cualquier método que Pablo Iglesias  pueda ocupar algún día La Moncloa.

No parecía comprender que una moción de censura  obliga a presentar un programa alternativo sólido. Dedicó más atención a  la descalificación del programa de Rajoy que a defender el propio y, respecto al de Mariano Rajoy, corrupción, corrupción y más corrupción , con alguna  mención a su política económica plagada de lugares comunes y una descalificación general a su política internacional que no se tenía en pie.

No ha sido un buen día para el Pablo Iglesias que aspira a gobernar. No había preparado suficientemente su programa y su intervención, más preocupado probablemente por dejar huella con titulares relevantes. 

Propuso puntos para luchar contra la corrupción que ya han sido aprobados, se empecinó en no aceptar los datos económicos positivos, no dio más respuesta al independentismo catalán que negociar, negociar y negociar, sin definirse sobre el respeto a la legalidad, y demostró que de la Constitución conoce lo justo, ni siquiera qué hay de inamovible y solo se puede reformar vía parlamentaria y con el posterior referéndum.

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