Opinión

¿Nadie se salva?

La noticia de que Cristina Cifuentes podría haberse hecho con un master de forma fraudulenta, provoca auténtica conmoción a cualquiera y más aun a quien sigue el día a día de la política desde hace cuarenta años. No es lo mismo quedarse con dinero público que privado, ni desde luego es lo mismo que falsear un expediente académico, si efectivamente lo ha hecho Cifuentes, lo que está por ver. Pero cuando surgen nuevos casos que indican que no todo es trigo limpio en la vida política, aparece una desazón difícil de apaciguar, a pesar de que son infinitamente más numerosos los que se mantienen firmes ante la tentación; pero desgraciadamente para ellos, y para todos, los pecados de la minoría acaban contaminando a la mayoría. Hasta el punto de que incluso se empieza a dudar de aquellos que aseguran que son víctimas de una maniobra de desprestigio, o que se enteraron de las presuntas corruptelas o delitos a través de los medios de comunicación, y que jamás pensaron que pudieran producirse casos delictivos, o simples fechorías, entre los miembros de su equipo más próximo. No hace falta dar nombres, todo el mundo sabe quiénes son los que se declaran ignorantes, desde Felipe González hasta Rajoy. Probablemente algunos, o muchos, de los que aseguran no saber, no sabían. Aunque cueste creerlo.

Nadie está libre de pecado. Ciudadanos presume de expediente inmaculado, pero es lógico porque, con buen ojo, Rivera decidió no asumir ninguna responsabilidad de gobierno, no fuera que apareciera un garbanzo negro entre los suyos. Garbanzos que solo aparecen cuando se manejan presupuestos. Aún así, no debe sacar tanto pecho, porque a pesar de que clama por la dimisión o cese de imputados, bien que ampara a su portavoz extremeña, o al alcalde socialista de Granada al que apoya, o a una diputada socialista andaluza sin que exija a Susana Díaz su dimisión. Pero a Ciudadanos, ya se sabe, se le perdona lo que no se perdona a otros. 

En cuanto a Podemos, son varios los casos que suma, por no hablar de los que van contra las reglas más elementales de la ética, que van desde la promoción de las parejas hasta mirar hacia otro lado cuando un miembro destacado hace negocios con una vivienda de protección oficial adquirida por enchufismo. La inmoralidad es también corrupción. Los casos contaminan sobre todo a PSOE y PP porque son lo que han tenido y tienen responsabilidad de gobierno. Ocurre con CiU, y el PNV también tiene su caso, el de presunta financiación ilegal en Álava, aunque no se habla mucho de él. 

Todos los casos están denunciados, judicializados, y varios responsables que han conocido las cuatro paredes de la celda carcelaria. Pero aunque son contados, entristecen, preocupan. Se hacen esfuerzos por creer con firmeza que la clase política española no es corrupta, pero cada vez que surge una nueva noticia que da que pensar, duele.

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