Opinión

No estamos de broma

Gobernar es una cosa muy seria, lo sabe todo el mundo excepto el presidente que nos ha tocado en suerte. Alguien debería decir al presidente que gobernar no es una broma, porque llega un momento en el que ya no sabe uno si reir o llorar ante los anuncios que llegan de Moncloa y aledaños.  Al menos la ministra de Trabajo ha sido coherente: además de invitar a Fátima Báñez al acto en el que se firmaba un acuerdo sobre  pensiones negociado por la anterior titular de su departamento,  tuvo el gesto de confesar abiertamente que le habían metido un gol en toda la escuadra con la creación de un sindicato de prostitutas. Ha cesado a la directora responsable del fiasco.  Pero el presidente en cambio no reacciona ante los goles en propia puerta que le meten los suyos e incluso él mismo, y solo ha cesado a Maxim Huerta, aunque en su caso  era imposible dejarlo sin el obligado castigo.

Se saca ahora de la manga un referéndum en Cataluña sobre un nuevo Estatut … pero olvida decir que ese Estatut  debe pasar previamente por las Cortes Generales, como bien sabe el ínclito Ibarretxe, al que el rechazo del Congreso costó la carrera política; así que el pánico no debería provocarlo el anuncio del referéndum, sino que una vez más el presidente de gobierno demuestra que no sabe qué tiene entre manos. Le corrigen incluso  sus ministros: anuncia un impuesto sobre el diésel, y la ministra  de Industria declara a los pocos minutos que  se trataba de un globo sonda.

 ¿Cómo es posible que  los españoles se tomen en serio a un presidente que provoca polvaredas todos los días para tratar  de que no se advierta lo que ocurre, que no puede gobernar? Porque no puede. Ya le gustaría. Así que crea líos con el Valle de los Caídos –si cualquier español se refiriera a Franco como “la momia”,  como ha hecho su nieto Francis, ya le habría metido una querella la familia-, adopta medidas sobre inmigración según le cuadre,  y se ha hartado de criticar al Partido Popular, con razón, porque los jueces belgas y alemanes se tomaban al gobierno de Rajoy como el pito del sereno,  pero  no se inmuta cuando esos mismos jueces siguen tomando decisiones que afectan directamente a las instituciones judiciales españolas.

Solo le faltaba al presidente que periodistas afines que trabajan en RTVE desde tiempos inmemoriales digan abiertamente  que nunca han vivido una purga como la que se ha acometido en Torrespaña y Prado del Rey. La izquierda se resiste a criticar a los suyos,  pero es tan descarado el desprecio por el respeto a las reglas del buen gobierno, que no cabe el silencio.

Lo peor es que el presidente no se entera de que así no se dirige un país. Gobernar es un asunto muy serio, muy muy serio. Lo sabe todo el mundo excepto Pedro Sánchez Pérez Castejón. 

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