Opinión

En Palacio

Estaban muchos de los  que forman parte de la mejor historia de España, la que fue capaz de poner en marcha un sistema democrático ejemplar después de cuarenta años de dictadura. 
Los que hicieron bandera de su ausencia  presumiendo de antiespañolismo se perdieron la oportunidad de conocer a cambiar impresiones con hombres y mujeres que han dado todo a este país, hombres y mujeres a los que preocupa  la situación actual  no solo por la irresponsabilidad de unos cuantos sino también porque se echa en falta sentido del Estado en algunos de los que deberían dar ejemplo de sensatez en lugar de dar ejemplo de oportunismo.

En la recepción de Palacio se hablaba de Cataluña, como es lógico, un gran reto que se debe abordar con los pies en el suelo y pensando en el bien de todos y no en los intereses personales y políticos de unos pocos. Pero se hablaba también de economía, y de paro, y de Standar and Poors, y del Ibex y de los pactos postelectorales, porque allí estaban los tres hombres que van a decidir sobre esos pactos, Rajoy, Sánchez y Rivera.
Sin embargo, muchos de los  que llevan -o llevamos-  años, décadas, acudiendo a la recepción  que se celebra en el Palacio Real para conmemorar el 12 de octubre,  hacíamos cuentas sobre los que el año próximo pasarán a la categoría de ex.

En unos casos, porque su partido ya no tendrá posibilidad de ofrecerles cargos relevantes si pierden las elecciones; en otros,  porque los dirigentes nacionales de su partido han decidido que ya no tienen edad para seguir ocupando escaño en el Congreso.
El relevo generacional es inevitable, pero cuando faltan apenas dos semanas para que se conozcan las listas,  las noticias  las noticias sobre los que van a ocupar lugares destacados en las listas provocan una también inevitable desazón.  Con excepciones, porque las hay,  los nombres que circulan  no tienen más mérito que el buen amarre en las cúpulas de sus respectivos partidos o, lo que es peor,  no tienen más mérito que contar con cierta popularidad por cuestiones ajenas a la política o al servicio público.

Es decir, que esos dirigentes a los que se llena la boca presumiendo de que buscan el bien de los españoles, pretenden llenar el Parlamento de personas sin experiencia,  sin ningún o casi ningún bagaje profesional, sin contar con ningún hecho destacable en su curriculum. Cuando tienen curriculum, que en ocasiones ni siquiera eso.


Allá en Palacio estaban  diputados de todas las legislaturas.  Parte de ellos, en la etapa más fructífera de su vida, cuando han acumulado una trayectoria de trabajo duro  que les convierte en personas fiables, creíbles, preparadas para asumir retos por difíciles que sean. Pero no va a ser así:  los mandan al retiro para llenar el Congreso de personajes de escasa solvencia.  
Lo políticamente decente sería que se buscara a los más capaces para cubrir los nuevos escaños. 

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