Opinión

El papelón de Artur Mas

Imposible predecir en estos momentos si será o no presidente, porque la CUP es lo que es, una formación asamblearia que decide en función de cómo va el viento.

La noche electoral decían sus portavoces que el proceso independentista quedaba aparcado y que en ningún caso votarían a favor de que Mas continuara al frente de la Generalitat, por dos veces se negaron a dar luz verde a su investidura, a continuación le garantizaron en una reunión que no tuvo nada de top secret que sería reelegido presidente antes del 20 de diciembre, la Asamblea de la CUP se ha negado a aceptarlo y ahora de nuevo marean la perdiz y no descartan que Mas logre su objetivo, porque a la CUP no le interesa que se celebren nuevas elecciones.

La CUP sin embargo no saldrá mal parada, porque a pesar de los vaivenes siempre puede decir que vota a favor de Mas para no detener el proceso independentista y si no le vota puede alegar que actúa en coherencia con lo que había anunciado, que jamás facilitaría la reelección de Mas.

Pero el que ha hecho un papelón impropio de un presidente de gobierno, gobierno regional en este caso, es el señor Artur Mas, al que no le han quitado el Molt Honorable como a Jordi Pujol, pero que ha perdido su honorabilidad política en alguna parte del camino. Si no la pierde de forma más expeditiva, como su antecesor, cuando se celebren los juicios sobre corrupción en la política catalana.

Lo que engrandece a un político es que por encima de cualquier otra circunstancia defienda lo que es mejor para aquellos a los que gobierna, y que dé prioridad a la defensa de sus intereses que a los intereses propios. Lo que engrandece a un político es que sea coherente consigo mismo, que defienda a capa y espada las siglas de su partido, que cumpla sus promesas electorales y si no puede hacerlo que explique las razones, y que por encima de todo sea el primer ciudadano en cumplir las leyes y en dar ejemplo de honradez.

Frente a esa imagen, estamos ante un Artur Mas marrullero –lo último ha sido “rebajar” el nivel de compromiso de la declaración independentista del Parlament por temor a que el Tribunal Constitucional imponga su castigo-, imbuido de un fanatismo independentista que no admite ningún tipo de razonamientos y, lo que es peor, unas ansias de mantener el poder que le han llevado a colocar a sus socios de coalición en una situación límite, por no decir patética.

Más ha demostrado ser capaz de cualquier cosa con tal de tener su despacho en la Generalitat, aunque ese despacho solo pueda servirle para hacer crucigramas porque el pacto suponga la pérdida absoluta de poder.

Los catalanes no merecen un presidente de tan escasa talla personal.
 

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