Opinión

Pedro Sánchez desmonta el PSOE histórico

Quiere lanzar un mensaje de serenidad,  de normalidad, pero ha dado  los primeros pasos para desmontar poco a poco el PSOE histórico. Las primeras iniciativas de Pedro Sánchez demuestran que se apunta a la  prudencia mientras no se celebre el congreso del partido que se inicia el 16 de junio, pero tiene muy claro que tras este breve periodo de traspaso de poderes, de transición, configurará un PSOE a su imagen y semejanza.

El jueves mantuvo un breve encuentro con Antonio Hernando, con el que no cruzaba palabra desde que aceptó la propuesta de la gestora de mantenerse como portavoz parlamentario. Hernando había presentado su dimisión nada más conocerse el resultado de esas primarias,  Sánchez ha designado portavoz provisional a José Luis Ábalos, y ha pedido a Hernando que continúe en el equipo de dirección del grupo. Pero solo hasta la celebración del congreso. Porque no debe equivocarse  nadie:  Pedro Sánchez y su equipo van a prescindir de los dirigentes que formaron parte de la mejor historia del PSOE.

La primera decisión de Sánchez fue pedir a  José Félix Tezanos y Manu Escudero,  que se iniciaron en política con Felipe y Guerra y han  sido los muñidores del programa con el que Sánchez se presentó a las primarias, que preparen las enmiendas a la ponencia marco. Es la ponencia de la gestora, redactada por Eduardo Madina y el economista José Carlos Díez. Hoy es papel mojado, los delegados  la irán desmontando a través de las enmiendas. 
Sin dejar mucho tiempo a la especulación Pedro Sánchez ya va marcando  el territorio, va adelantado datos sobre el camino que se ha marcado para después de que el congreso ratifique su elección. Está decidido a que el PSOE recupere el gobierno,  convencido de que su equipo es sólido y solvente, y de momento ha concretado dos proyectos de futuro: una reforma constitucional que defina un Estado federal,  y  proponer el concepto de Estado plurinacional  para  resolver el problema territorial, aunque insistiendo en que la soberanía reside en el pueblo español.

La pregunta que se hacen los socialistas tradicionales es si Sánchez pondrá límite al escoramiento hacia la izquierda y hasta qué punto está dispuesto a  pactar con Podemos.  La respuesta sería que efectivamente Sánchez pretende “izquierdizar” el PSOE porque cree que solo así recuperará los millones de votos socialistas que se ha llevado Podemos, y además detendrá también de esa manera los intentos  de Podemos de incorporar a sus filas al sector del PSOE que se agrupa en Izquierda. Sin embargo es firme su propósito de no aliarse, no pactar o no dejarse abducir por Podemos, y en ese sentido cuentan más las cuestiones personales que las ideológicas. Se siente engañado por Pablo Iglesias.

Sánchez quiere vengarse de aquella maniobra, aquella trampa que le tendió Pablo Iglesias y, de momento, ni piensa apoyar la moción de Podemos contra Rajoy, ni ninguna que venga de la mano de Podemos. Y se puede añadir más: no está actualmente en la cabeza de Sánchez presentar una moción a Mariano Rajoy.  La oposición la hará desde su despacho de Ferraz, y solo apoyará a Rajoy en los asuntos que considere de Estado, que vengan obligados por la UE o que signifiquen un beneficio claro para los ciudadanos.

Lo ha pasado muy mal estos meses y, hoy, se encuentra eufórico y con fuerzas para inventarse un nuevo PSOE.  Con una ejecutiva  corta, primando la experiencia o capacidad de cada miembro para asumir funciones muy concretas y sin cuotas regionales. Lo ha pasado mal pero,  una vez que decidió saltar al ruedo y presentar su candidatura a las primarias, nunca dudó de que las ganaría. Y a medida que pasaban los días y se veía rodeado por el entusiasmo de la gente en sus mítines y reuniones, más firme era su certeza de que vencería a Susana Díaz. 

SENTIMIENTO DE ABANDONO 
Quedaban atrás los meses aciagos que siguieron al 1 de octubre de 2016, la fecha más dura de su vida política. Su estado de ánimo, muy bajo,  preocupó a su familia y a sus amigos, porque se prolongó más allá de las Navidades. Cuando se fue con su mujer y sus dos hijas a Estados Unidos tanteó algunas posibilidades de colaborar como profesor invitado en universidades americanas, pero no se concretó nada. En el PSOE había gente que consideraba que se le debía ofrecer algún cargo institucional, quizá en el grupo parlamentario socialista europeo, pero nunca se le llegó a trasladar esa propuesta que probablemente habría aceptado. Se sentía abandonado por los que habían sido sus principales colaboradores, y aunque hubo otros que le demostraron lealtad incondicional,  el apoyo más firme le llegaba desde su propia casa. Su mujer, sus hijas, sus padres. Decidió presentarse a las primarias cuando Patxi López le llamó para explicarle  que ese mismo día  presentaría su candidatura. Sánchez le escuchó con incredulidad,  otro más que abandonaba el barco, su barco. Fue entonces cuando reunió a su gente para decirles que se presentaba. Finalizaban así sus meses de hundimiento anímico e inició con fuerza el camino que quería recorrer: a la secretaría general.  

¿Y ahora? Algunos de los funcionarios del PSOE con los que se reunió el miércoles coinciden en que parece otro. Más sereno, más seguro. Y más libre, decía una veterana,  como dando a entender que en su anterior etapa se sentía condicionado por una serie de dirigentes que formaban parte de la historia del PSOE y que, no era ningún secreto, no compartían muchas de las iniciativas del secretario general.  Hoy esos exdirigentes, que casi por unanimidad apoyaron la candidatura de Susana Díaz,  no pueden ya cuestionar a un Sánchez que les ha ganado con el respaldo masivo de los militantes. Les preocupa qué puede hacer en esta nueva etapa, les preocupa que pueda caer en brazos de Podemos, que consulte a la militancia cuestiones que debe resolver la ejecutiva con criterio de Estado, les preocupa que vuelva a repetir los pésimos resultados electorales que encadenó a lo largo de su –primer- mandato, les preocupa  que aparezcan veleidades independentistas, que su rencor hacia Rajoy le lleve a pactar con Iglesias perdiendo así señas de identidad del PSOE… y les preocupa que entre en el partido con el hacha en la mano cortando cabezas.

Cortará algunas, sin duda, le duele la soledad de los últimos meses, considera una traición que Felipe González denunciara que le había dicho que pensaba abstenerse en la investidura de Rajoy, considera una traición que  algunos de sus colaboradores más cercanos se pasaran al otro bando, y le duele que le hagan responsable de los resultados electorales cuando se iniciaron con Zapatero, que perdió cuatro millones de votos.  A unos barones regionales les disculpa más que a otros, diferenciando el oportunismo de unos y las convicciones de otros. Y, asumidos ya todos estos aspectos, llega la hora de iniciar la nueva etapa, que está convencida que va a suponer el renacimiento del partido.

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