Opinión

Qué nivel…

Debe ser cosa de la edad, o de haber  vivido en primera línea los años heroicos de la Transición, lo que provoca en esta periodista un sentimiento de vergüenza irreprimible ante el espectáculo que protagonizan personas que, por sus importantes cargos, deberían ser más ejemplares que nadie y sin embargo demuestran una inconsistencia, una frivolidad, una falta de respeto a los demás y una ignorancia que no merecemos los españoles.

El presidente de Gobierno pone como excusa para no comparecer y  dar explicaciones sobre su turbia peripecia doctoral,  que hay que dignificar el Senado. Ni tiene en cuenta que dijo que acudiría, ni tiene en cuenta que el Ejecutivo está obligado a someterse al control del Parlamento, ni tiene en cuenta tampoco que ese Parlamento, Congreso y Senado, disponen de  los recursos necesarios como para hacerle comparecer más pronto que tarde. El mismo día, en una comisión de investigación del Congreso sobre las finanzas del PP, Rufián vuelve a protagonizar un debate  bochornoso, con un presidente de la comisión -Pedro Quevedo- incapaz de poner orden, una diputada que llama imbécil a Rufián tras ser calificada como “palmera”, unas diputadas feministas que expresan su más absoluta indiferencia porque la agredida con un comentario machista del político independentista  era del PP -solo se movilizan cuando es una mujer de izquierdas la atacada- y un  Quevedo  que sin que le tiemble la voz comenta que él no quería ser presidente de esa comisión porque era un marrón y dice además que esa comisión es “un circo”. Si lo piensa, que renuncie a la presidencia y al salario extra que recibe por presidirla.

Eso sí, el presidente Sánchez no pierde oportunidad de ponerse medallas. Ahora se presenta como  inductor de la ruptura del bloque independentista catalán. Ni una palabra para el juez Llarena, que es quien lo ha puesto contra las cuerdas al provocar que el presidente del Parlament asumiera las decisiones de los expertos que consideraron ilegal que Puigdemont and Co. pudieran votar sin ocupar su escaño. Torrent temía ser procesado si cometía una ilegalidad. Pero Sánchez se apunta el tanto. Un Sánchez, por cierto, que no apoyó al principio a Llarena ante la querella de los independentistas. Solo accedió a que el gobierno asumiera su defensa cuando comprobó que era lo que correspondía. 

Y más. Lo de Dolores Delgado es inconcebible: por mentir, por sus groserías, por no denunciar al menos dos posibles delitos, por su comentario intolerable sobre la creación de una red de prostitución para chantajear a políticos y empresarios, por compadrear con  un personaje siniestro como Villarejo, por acusar a compañeros de supuestos tratos con menores, por homófoba… Ministra de Justicia y por tanto Notaria Mayor del Reino, no lo olvidemos.  Pues nada,  se queda tan ancha y echa basura sobre los que le exigen que dimita.

Qué nivel. Qué pena de país con esta clase política en la que tan pocos se salvan…

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