Opinión

Rajoy, a por todas

Sin complejos. No le importa que le llamen oportunista y le acusen de hacer electoralismo con decisiones de gobierno a cinco meses de unas elecciones generales. Como se dice vulgarmente, le importa un bledo. Le son indiferentes los comentarios sobre la bajada del irpf este mes de julio cuando lo previsto era que se produjese en el 2016. Es más, seguirá en esa línea: va anunciar también en los próximos días nuevas inversiones públicas, la paga extra de los funcionarios e importantes medidas sociales. Está decidido a reaccionar con todas las armas legales que tiene al alcance un gobernante para impedir que gobierne una fuerza política que, cree Rajoy, llevaría a España directamente al desastre. 

Más que ganar las elecciones, su obsesión es que no gobierne Podemos, y está absolutamente convencido, absolutamente seguro, de que si el PP no alcanza la mayoría absoluta, o no está cerca de la mayoría absoluta, Pedro Sánchez romperá con lo que hasta ahora ha sido norma no escrita, que gobierna el candidato de la lista más votada, y no dudará en ofrecer un pacto a Pablo Iglesias para gobernar conjuntamente. En coalición o con un acuerdo en el que se recojan unas condiciones que estarán más cerca del modelo que Podemos quiere para España, que el modelo que tradicionalmente ha defendido el PSOE. 

Cree Rajoy que con el Gobierno de la Nación se repetiría la fórmula a la que han llegado los socialistas en los ayuntamientos y gobiernos en los que han sumado sus fuerzas: lo que impera es lo que ha impuesto Podemos. Se está viendo en Madrid, se está viendo en Barcelona donde el PSC pudo haber impedido la alcaldía de Colau, se ve en Valencia y se ve en Vitoria, donde la negativa de los socialistas a apoyar al alcalde del PP ha dado paso a un gobierno de Bildu con el apoyo del PNV. Una operación de la que Javier Maroto, por cierto, había alertado hace meses a la dirección nacional que podría darse, pero no le creyeron en Génova ni en Moncloa. Les parecía imposible que Pedro Sánchez diera vía libre a esa alternativa antes que permitir que el PP mantuviera la alcaldía.

LA GRAN DECEPCIÓN 

Rajoy siente una profunda decepción personal y política con Pedro Sánchez desde las elecciones del 24 de mayo. Considera que ha engañado a gran parte de sus votantes, pero ha engañado también al propio presidente, que creyó que sus palabras eran sinceras cuando declaraba que jamás acordaría nada con Podemos. Ya se sintió mal cuando le escuchó decir que nunca pactaría con el PP ni con Bildu, porque le dolió que les colocara en el mismo plano, pero los acuerdos con Podemos le han hecho perder el respeto político que sentía por Sánchez a pesar de sus discrepancias. Por eso ahora va a por todas, porque cree que Sánchez busca gobernar con la ayuda de Podemos. Y por eso ahora Rajoy actúa sin complejos y toma decisiones que pueden hacerle recuperar parte del voto perdido. 

El peso de la campaña va a llevarlo él, personalmente. Es la razón de que haya elegido a Jorge Moragas como responsable de esa campaña y lo haya incorporado al nuevo núcleo ejecutivo del partido. Se ha convertido en la persona de más peso de ese núcleo, más incluso que Cospedal. De cara al exterior se ha “vendido” la incorporación de nuevas caras, Maroto, Levy, Maíllo, Casado, pero lo verdaderamente relevante desde el punto de vista interno es la presencia de Moragas y sobre todo el papel que Rajoy le ha reservado. 

La idea de celebrar una Conferencia Política antes del verano ha sido también de Rajoy, y aunque tiene como objetivo la discusión de los asuntos más relevantes para que de esa discusión salga el programa electoral, lo que realmente pretende Rajoy es transmitir a la gente del PP, tanto a los cargos públicos como a los militantes, la necesidad de trabajar hasta la extenuación para conseguir que el PP vuelva a ser lo que fue, que recupere el millón y medio largo de votos que se fueron a la abstención, y los casi 700 mil que se fueron a Ciudadanos. 

Para recuperarlos, todos deben ponerse en primer tiempo de saludo a disposición del partido, pero el presidente más que ninguno. A la cabeza pero sobre todo con presencia constante en la calle, en el partido, en reuniones internas y con propuestas de gobierno que animen al voto. Y va a echar el resto en dos terrenos: uno, agradecer un día y otro el esfuerzo ciudadano ante el sacrificio que pidió el Gobierno para superar la difícil situación económica, quiere que los españoles comprendan que el presidente es sensible a la dureza que ha supuesto y todavía supone para la mayoría de los españoles. Dos, quiere explicar también, todos los días y en todas las ocasiones, que no tuvo más remedio que hacer lo que hizo. En caso contrario, hoy estaríamos en la ruina. Le veremos echar mano, con frecuencia, del ejemplo griego, en el que las promesas irresponsables y de imposible cumplimiento, pero que los griegos creyeron porque confiaban en la palabra de Tsipras, les ha llevado al desastre.

EL PROBLEMA CATALÁN 

Le preocupa, y se verá en la campaña, todo lo relacionado con Cataluña, aunque maneja datos que le dan cierta confianza respecto a las dificultades de Artur Mas para su proyecto independentista. Las relaciones de Mas con ERC son actualmente muy malas, prácticamente no hay diálogo entre Mas y Junqueras. Podemos, que ha entrado con fuerza en Cataluña, no juega al independentismo, pero Rajoy se fía poco de la palabra de los dirigentes de esa formación. 

Cuenta con datos que aseguran un ascenso muy importante de Ciudadanos, que captaría la casi totalidad del voto del PP, que se hunde en Cataluña. Pero no es un asunto que preocupe especialmente a Rajoy, excepto en la cuestión de imagen, porque le da importancia a que el voto que pierde el PP se va a Ciudadanos, que no a la abstención. Es decir, queda en el campo contrario a la independencia. En cuanto a Unió –Moncloa mantiene el diálogo con Durán i Lleida- es pronto todavía para conocer el alcance en votos de su ruptura con Convergencia.

No se van a tomar decisiones de momento en el País Vasco, donde Arantxa Quiroga no lleva el partido como la dirección nacional esperaba. Se deshizo en su momento de personas sólidas del equipo de Basagoiti –Iñaki Oyarzábal entre ellas- , tampoco ha mantenido una especial sintonía con Javier Maroto a pesar de ser el alcalde más importante que tenía el PP en el País Vasco, y no da excesiva cancha a Alfonso Alonso, íntimo amigo sin embargo de Oyarzábal y Maroto. Es seguro que después de las generales se vivirán cambios en el PP vasco. Como en el PP de Valencia o Baleares, por la decisión de Camps y Bauzá de no continuar como presidentes regionales del partido. Y se vivirán en La Mancha porque con toda seguridad Cospedal será diputada nacional, se abre en Castilla y León el proceso sucesorio de Juan Vicente Herrera, y en Madrid se celebrará el congreso que previsiblemente llevará a Cristina Cifuentes a la presidencia regional del partido. Rajoy ha establecido una muy buena relación personal y política con la nueva presidenta del gobierno madrileño, cree que representa muy bien a la nueva generación, y le ha pedido que acuda a reuniones de la ejecutiva, aunque no pertenezca a ella. Pero puede asistir como invitada y dar opinión, y es lo que quiere el presidente.

Un presidente, Rajoy, que desde hace días se viste con el uniforme de candidato. Sin que le importen las críticas, sin que le hieran los comentarios por sus decisiones de gobierno o por el tono excesivamente agresivo que dedica a algunos de sus adversarios, sobre todo a Sánchez. Le tienen sin cuidado. 

Lo que quiere es impedir que Podemos gobierne por persona interpuesta, que es lo que cree que puede ocurrir si no consigue el PP un resultado que haga imposible el pacto Sánchez- Iglesias. No hay quien le quite de la cabeza que en eso está el secretario general del PSOE.

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