Opinión

Rivera ante su congreso más importante

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El problema de Ciudadanos es que no sabe cuál es su lugar en el mundo”, afirma un dirigente cuyo partido gobierna gracias al apoyo de Ciudadanos, tras no haber conseguido mayoría absoluta en las elecciones autonómicas y municipales.

Esa percepción la tienen millones de españoles, y es lo peor que le podía ocurrir a Rivera a diez días del congreso de su partido. Pero a esa percepción se contrapone una baza absolutamente positiva para el líder de Ciudadanos: hace apenas tres años no tenía representación en el Congreso de los Diputados ni en el Parlamento Europeo, y su fuerza se circunscribía a Cataluña y no era como para tirar cohetes. Hoy es la cuarta fuerza del país, segunda en Cataluña y con posibilidad de convertirse en primera si ERC no se despega total y definitivamente de Puigdemont; Ciudadanos se ha convertido en apoyo de importantes gobiernos autonómicos y municipales y no hay negociación relevante en la que no se haya contado ese partido, aunque a Rivera se le nota el disgusto cuando advierte que PSOE le está comiendo terreno a la hora de llegar a acuerdos con Rajoy.

Frente a una estrategia que evidentemente ha sido positiva aunque al principio hubo escepticismo ante el anuncio de Rivera de que iba a dar el salto nacional, tras las elecciones de diciembre del 2015 se sucedieron una serie de errores que fueron decisivos para comprender la situación actual. Aunque quizá los fallos se produjeron antes, cuando fueron tan altas las expectativas de Ciudadanos –llegaron a acariciar la idea de convertirse en el partido más votado- que al convertirse en cuarta fuerza el excelente resultado algunos lo consideraron un fracaso. Luego llegó el acuerdo con Pedro Sánchez que provocó estupor en una parte importante del electorado de Ciudadanos, que dejó de votarle en la siguiente convocatoria, y es evidente que Ciudadanos llega a su congreso más importante con flancos débiles.

LA CRÍTICA DE LOS FUNDADORES

No porque esté en peligro el liderazgo de Rivera, hasta el momento dos militantes más le disputan la presidencia del partido pero no tienen ninguna posibilidad de éxito. Pero sí es cierto que ya no cuenta con el respaldo popular de hace año y medio, y no se debe solo a los errores cometidos. Influye también que Mariano Rajoy, cuya cabeza exigía Rivera hace un año a cambio de prestar apoyo al PP en una investidura, hoy se ve como un político que ha actuado con inteligencia ante un resultado electoral que le dejaba en absoluta precariedad ante un Pedro Sánchez dispuesto a cualquier cosa con tal de convertirse en presidente del Gobierno.

Gracias a su estrategia de esperar a que sus adversarios debatieran entre ellos mismos, Rajoy es hoy presidente –con apoyo de Ciudadanos- ha unido a su partido, ha conseguido hacerse con una imagen de hombre negociador y flexible en sus planteamientos iniciales … y está recuperando votos. Sobre todo entre aquellos que se le habían escapado a Ciudadanos.

Frente a esa posición de fortaleza, Albert Rivera aparece como un político sin estrategia definida, que da bandazos a derecha e izquierda y que durante un excesivo periodo de tiempo antepuso su animadversión personal a Rajoy a los intereses del partido. Para su imagen fue demoledor que los intelectuales que aparecieron a su lado hace años como fundadores de un partido que prometía –Boadella, Félix de Azúa, Arcadi Espada, Francesc de Carreras y Félix Ovejero entre otros- publicaran una carta en la que pedían a Rivera que permitiera a Rajoy que fuera investido presidente tras las elecciones de diciembre.

Responsabilidad de gobierno

A Rivera se le cuestiona por otra parte la forma en que dirige el partido y la insistencia en no asumir responsabilidades de gobierno.

Es un defensor a ultranza de las primarias, pero ha perdido hombres y mujeres en el camino este último año cuando los resultados de las primarias chocaban con sus propias consideraciones políticas y estratégicas. Se ha quedado sin representación gallega en el Congreso de los Diputados tras presentar un candidato afín en lugar de aquel que había sido elegido en primarias, por citar solo el ejemplo más relevante. En cuanto a la asunción de responsabilidades de gobierno, tanto Rajoy cuando firmó el acuerdo de investidura de los 150 puntos, como Susana Díaz en Andalucía, como Cristina Cifuentes en Madrid, que gobiernan gracias al apoyo de Ciudadanos, ofrecieron a Ciudadanos cargos institucionales, pero Rivera sigue empeñado en mantener su criterio de coger experiencia parlamentaria en Congreso, Senado, cámaras regionales y municipales, y esperar a las elecciones de 2019 –europeas, municipales y autonómicas- para aceptar cargos de gobierno… si efectivamente se encuentran en la misma situación de ahora, socios indispensables de gobiernos en minoría. Una decisión que no todo el mundo comparte en Ciudadanos, pero que Albert Rivera considera que es la más acertada de cara al futuro: primero experiencia parlamentaria y después experiencia de gobierno.

Frente a esta posición que cuestionan incluso personas de su equipo más próximo, antes del congreso ha tomado alguna otra que parece inteligente. Por ejemplo, dar voz nacional a Inés Arrimadas, a la que ha elegido como portavoz de la ejecutiva. Arrimadas, hoy líder de la oposición en Cataluña, ha sido criticada en los últimos tiempos por un sector de sus propios compañeros porque consideraban que estaba adoptando una actitud excesivamente conciliadora con el nacionalismo moderado. No tiene esa percepción Albert Rivera, y su designación como portavoz indica que quiere potenciar su imagen como candidata a la Generalitat dándole más presencia en el partido y en su papel nacional.

La reelección

A una semana de un congreso en el que Albert Rivera no encontrará problemas para ser reelegido presidente, sí es evidente en cambio que su figura no es tan potente como hace apenas dos años, cuando dio la sorpresa en las últimas europeas, rampa de lanzamiento para hacerse un hueco relevante en la política nacional.

No encontrará problemas para ser reelegido, pero tiene que haber advertido que su estrella no brilla con tanta intensidad, se cuestiona su estrategia, y lo que es peor, se está quedando al margen de algunos de los pactos de Estado que negocian directamente Rajoy y Javier Fernández. Rajoy cuida las formas, llama a Rivera con frecuencia y tanto en público como en privado dice que es su socio prioritario pero que “no llega” solo con sus votos. Y eso lo sabe.

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