Opinión

Siguen cayendo 'populares'

Siguen cayendo ex dirigentes del PP, personas que han formado parte de su historia más relevante, líderes nacionales y regionales, ex ministros y ex presidentes autonómicos. Imputados unos, en prisión provisional otros, y con una espada de Damocles sobre nombres insospechados porque se les creía “limpios”, y que sin embargo no lo estaban y dejan al partido en una situación jamás conocida previamente en otras fuerzas políticas.  

La última en caer ha sido Esperanza Aguirre, que ha aguantado todo lo posible hasta que ella misma entendió que sin ser delito elegir a las personas equivocadas para formar parte de sus equipos de gobierno y de partido, sí es inconcebible que no pusiera en marcha los necesarios y obligados mecanismos de control para impedir el saqueo que estos días aparecen con toda su crudeza, con sus vergüenzas al aire. 

“No vigilé todo lo que debía”, ha confesado al anunciar su renuncia como concejal de Madrid. Y tanto. No solo están en prisión sus dos principales colaboradores, Francisco Granados e Ignacio González, sino que para desgracia de ella misma y de todo el PP, la operación Lezo está llegando a torres muy altas, aunque están ya todos los españoles curados de espanto desde el momento que las pesquisas judiciales alcanzaron nada menos que al ex presidente de gobierno de Aznar, Rodrigo Rato.

 Ahora también Zaplana se encuentra bajo el ojo inquisidor del juez Eloy Velasco, y para desgracia de Rajoy como presidente del Partido Popular, la búsqueda de corruptos parece no tener fin.

En España, por desgracia, se viven casos sangrantes de corrupción desde hace décadas, pero ninguno de la envergadura de los que ahora salen a la luz. No son recientes, pero dañan a la actual estructura del PP. Ha habido episodios de corrupción con muchos más millones de euros malversados, estafados, blanqueados y acaparados ilegalmente por dirigentes indeseables, pero ninguno con tantos implicados como la operación Lezo, que da a entender que las redes delictivas eran infinitamente amplias y alcanzaban a personas de las que jamás se pudo pensar que fueran capaces de delinquir por pura codicia. No les era suficiente el poder institucional.

Son muy malos tiempos para Rajoy. Es el presidente de Gobierno que ha llevado al Parlamento más iniciativas anticorrupción, el que ha sido más drástico para echar a los leones a los corruptos por muy amigos que fueran, el que no ha dudado en renovar el partido con caras sin apenas historia, para hacer borrón y cuenta nueva con el pasado. 

Pero ese pasado le persigue y, por mucho que haya trabajado para atajar la corrupción, le estalla en plena cara en el peor momento, cuando gobierna en precario y necesita apoyos para sacar adelante todas y cada una de los proyectos del gobierno. Mal argumento para tratar de llegar a acuerdos.

Tarea nada fácil porque nadie quiere votar a favor de un partido en el que, por mucho que se haya hecho limpia, siguen apareciendo nombres non sanctos cada día.

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