Opinión

Una situación comprometida

No es ningún secreto que las relaciones entre el rey Juan Carlos y la familia real saudí son muy estrechas. Gracias a ellas se han logrado contratos para empresas españoles y, más allá de lo económico, apoyos políticos que en su momento fueron fundamentales, como por ejemplo cuando el gobierno de Felipe González decidió iniciar relaciones con Israel y de alguna manera había que neutralizar el impacto que eso iba a tener en nuestros contactos con el mundo árabe. Sin embargo el rey Juan Carlos,  que ha sabido moverse siempre en  las aguas más revueltas, no ha salido bien parado de su viaje a Abu Dhabi  para asistir a la última carrera de Fernando Alonso antes de abandonar la Fórmula 1. O la penúltima, nunca hay retirada irreversible.

La fotografía  conversando con el heredero saudí  compromete a D.  Juan Carlos. Mohamed Bin Salman se encuentra en el ojo del huracán por su implicación directa -demostrada según la CIA- en el asesinato del periodista   Kashogi en el consulado saudí de Estambul, donde fue retenido y  torturado hasta la muerte por una quincena de miembros de la policía saudí a las órdenes del heredero. Kashogi expresaba  críticas demoledoras hacia el régimen saudí en varios medios, sobre todo en el influyente Washington Post. Sobre el destino de su cuerpo han circulado distintas versiones incluido el uso de ácido; pero  desgraciadamente para Mohamed Bin Salman solo existe una versión contrastada sobre su asesinato porque existen imágenes y grabaciones sonoras, y todo apunta hacia su persona.

Es difícil “escaparse” de saludar a las personalidades del palco, pero en situaciones más difíciles se ha visto D. Juan Carlos, y la fotografía de su encuentro con el príncipe saudí llega en el peor momento. Cuando  las formaciones ultras arrecian en su republicanismo, cuando el rey Felipe reflexiona sobre la conveniencia de que su padre asista al acto con el que las Cortes conmemoran el 40 aniversario de la Constitución y, además, cuando por primera vez desde hace años el rey Juan Carlos decide mostrar   públicamente su deseo de que la  infanta Cristina, absuelta de cualquier culpa,  sea  acogida en la Familia Real, y pidió  a su hija que le acompañara a Abu Dhabi. Gesto que queda en segundo plano ante el desgraciado asunto de la fotografía con el heredero saudí. Queda una oportunidad para que esa fotografía no se convierta en letal: en unos días se celebra la cumbre del G-20. En Buenos Aires estará Bin Salman. Y  también Pedro Sánchez,  así como los jefes de Estado y Gobierno más relevantes. Se verá entonces cómo reaccionan ante el heredero saudí. Es probable que, teniendo en cuanta qué es y de dónde procede,  algunos se avengan a estrecharle la mano. Aunque sea con la nariz tapada.

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