Opinión

Un disparate

El 5 de julio es 5 de julio. No se trata de una Perogrullada. El 5 de julio media España se encuentra de vacaciones y  millones de familias con unos mínimos medios económicos se desplazan hacia el mar o la montaña huyendo del calor.

El PP ha fijado sus primarias para el 5 de julio. Con unas condiciones de obligado cumplimiento para los que quieran participar en la elección de su nuevo presidente:  deben ser militantes  al corriente de pago de sus cuotas aunque se ha abierto la mano para que puedan hacerlo  con una tarifa mínima de 20 euros; hay que inscribirse previamente, la votación debe ser presencial  y en la sede de afiliación. 

Si se han ido de vacaciones  tienen que buscar la manera de regresar a casa durante unas horas, acudir a la sede del partido, presentar el papel que demuestra que se han inscrito  … y a continuación depositar su voto en la urna. En dos urnas: una para elegir al nuevo dirigente de su partido  y una segunda para elegir a los compromisarios que en el congreso del 21 de julio elegirán como presidente o presidenta del PP a uno de los dos candidatos que han pasado a la segunda vuelta.

No vale el voto telemático. No se sabe por qué, pero no vale.  Hay quien dice que es muy complicado para un número considerable de afiliados de cierta edad,  que no hay tiempo para cambiar el método, o que  tendría que haber sido propuesto cuando se redactaron los estatutos. Más complicado es dejar el lugar de vacaciones, asumir ese coste económico –si se puede asumir- y acudir a la sede propia. No se puede votar  en la sede del PP más próxima,  tampoco está recogido en los estatutos etc, etc, etc.

Con  tantas dificultades, cuesta creer que  vayan a votar ni el 20 por ciento de los casi 800 mil afiliados que tiene el PP. Que  se verá que son muchos menos, porque no se han dado de baja a los que llevan años sin pagar sus cuotas.  Y ese 20 por ciento lo formarán en  gran parte personas  que no han podido o no han querido irse de vacaciones, o jóvenes habituados a moverse sin problema y sin compromisos familiares, o muy mayores que prefieren aquedarse en casa  por la falta de las ayudas necesarias fuera de su  estatus habitual,  o  familias que no disponen de medios para disfrutar de  playa  o  montaña.

Seguro que los estatutos marcan los plazos para celebrar un congreso cuando se produce la renuncia de un presidente, pero seguro también que existen fórmulas para facilitar que la gente pueda votar.  En esta situación disparatada, cualquier cosa puede ocurrir, incluido que no gane el  o la mejor.  No se puede creer que el comité organizador del congreso no sepa encontrar fórmulas para que el que se haga con la presidencia  cuente con el imprescindible  respaldo entusiasta de la mayoría. 

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