Opinión

Vaya ejemplo...

Pretenden pasar por víctimas, por exiliados políticos, por héroes, pero no son más que una panda de cobardes con todas las letras.

Héroes son los que se dejan la piel defendiendo sus ideas, los que  dan un paso al frente cuando otros son acusados por cumplir sus órdenes. Nada que ver con la actitud de  los principales dirigentes independentistas catalanes, que deberían analizar el comportamiento  que tuvieron en el pasado no muy lejano otros que también clamaban por la independencia de Cataluña. Sufrieron prisión en condiciones muy duras y en algún caso, incluso perdieron la vida. La trayectoria de quienes ahora enarbolan la bandera independentista les llenaría de indignación, cuando no de vergüenza. 

La última en incorporarse a la larga fila de desleales  ha sido Anna Gabriel, que  ha echado por tierra su trayectoria de luchadora por una Cataluña independiente al escapar para eludir la acción de la Justicia. Deja atrás, como ha hecho Puigdemont, a sus colaboradores, para que caiga sobre sus cabezas la responsabilidad de haber seguido las instrucciones de la que hoy se encuentra cómodamente instalada en Suiza.  

Tanto Gabriel como Puigdemont no han dudado en mentir para justificar su injustificable cobardía, acusando a la justicia española de no ser justa, de perseguirles por sus ideas y de que en España no se respetan los Derechos Humanos. Ponen su futuro en el Tribunal de  Estrasburgo, una mala noticia para España porque ese Tribunal ha dado muestras sobradas de tendenciosidad con algunas de sus sentencias. No solo las aplicadas a terroristas españoles, otros países tan democráticos como el nuestro también se han quejado de  decisiones que demostraban que los lobbies logran influir en jueces y fiscales a los que se supone inmunes a cualquier tipo de influencia. Pero mientras llega el día en el que Estrasburgo se manifieste,  es obligatorio insistir en que los fugados son lo que son: hombres y mujeres que no saben lo que es el honor y la lealtad a los suyos.

Vaya ejemplo que han dado  desde que la Justicia empezó a actuar contra los rebeldes: Puigdemont prácticamente ha enviado a prisión a sus principales colaboradores, que estarían seguramente en libertad bajo fianza si no se hubiera fugado el “jefe”.

Marta Rovira  ha traicionado a Puigdemont al declarar que le pidió  que interrumpiera la votación el 1 de octubre y él no quiso; y todos sin excepción –excepto la cupera Mireia Boya- han dicho al juez que la DUI  era simbólica, sin efectos jurídicos. Boya, por cierto, al igual que Artur Mas, están en libertad sin cargos tras su declaración ante los jueces, lo que significa que las ideas  políticas tienen poco que ver con las decisiones judiciales, aunque sí la sedición y la rebelión.

Cuesta creer que todavía haya gente en Cataluña que tenga respeto hacia determinados dirigentes independistas. 

Si no se dejaran llevar por el fanatismo, comprenderían que no merecen más que un profundo desprecio.

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