Opinión

De tanto correr estamos parados

Entre las cosas que más han cambiado en los últimos años, están sin duda las que hablan del periodismo. En aquellos años finales del siglo veinte  Internet estaba en sus inicios; desde entonces el correr de la web ha crecido más rápido que cualquier otro medio tecnológico conocido. La revolución de las nuevas generaciones aplica la mensajería instantánea de WhatsApp, y otras redes sociales, al debate en blogs y al despliegue de información y comentarios de los participantes. Los medios tradicionales se han salido de lo suyo, para comentar sobre la red,  porque la publicidad se va cada vez más  a lo digital.

Las redes sociales empezaron alejándose de los medios y hoy son los medios quienes miran a las redes sociales. Perdidos los lectores muchas cabeceras de periódicos pararon su mirada en esas redes externas y nacieron como marcas digitales. Las redes sociales, por tanto, se erigieron en  intermediarios entre medios y audiencias. Y con ellos también sus periodistas. Cuando Google, Facebook, Twitter, Instagram y YouTube llegaron a España poco o nada tenían que ver con el Periodismo; pero hay que reconocer que gracias a ellos los periodistas encontraron en el futuro otras salidas y una visibilidad que en muchos casos no tenían. Ahora los seguidores te convierten en activo profesional, y ese es el éxito. Los profesionales de la información están en contacto con lo que sucede, debaten de forma directa y son motores de contenidos. 

Las tendencias vienen dadas y el periodista debe ser eco y ahí se inicia la pista resbaladiza por la neutralidad y la objetividad que se ponen, una vez más, en la cuerda floja. Y planteado así parecía que se abría un campo que sembraba  libertad de movimiento para todo y todos. En estos momentos se cierran cuentas en Twitter de informadores que no están en la línea de las fuerzas operantes. Opinar se ha convertido en el torreón  a combatir y la información ya no  es lo importante excepto que dé color y adjetive los hechos. La vieja escuela de imparcialidad está denostada, lo mismo, o por eso,  no se olvida el propio voto a emitir en  elecciones. Lo de trabajar sin ideología es una utopía. Una práctica de lo que les digo es el código de  The New York Times. Se prohíbe expresamente mostrar el apoyo de los periodistas a candidatos o ideologías, así como a emitir opiniones políticas. Un aire para ponerse de frente si además tenemos en cuenta que en la prensa norteamericana es  tradición que el propio medio pida el voto para un candidato. The New York Times  lleva 60 años sin pedir el voto para un candidato republicano. Así están las tendencias porque hoy sociología y política caminan separadas y dentro de los relatos que se venden en las redes ganan la batalla los que se sienten verdaderos, independientemente de que lo sean. Parecer más que ser, y con ello vuelve Maquiavelo. 

Flaco favor han hecho las redes sociales al Periodismo; está pasando como con la televisión privada: mal gusto, sensacionalismo y publicidad por encima de todo. Y ya tenemos las dos cosas. Tanto correr para estar parados.

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