Opinión

La Casa del Pueblo en Ourense

Los de mi generación aún recordamos un vetusto edificio que entre olores de chocolate y ruidos de ferreterías dominaba la calle Progreso próxima al Posío. Era un edificio conocido como La Casa del Pueblo, que “dejó de existir” hacia 1970, aunque llevaba ya un tiempo en el olvido. (Creo recordar que los Muchachos de Benposta aún le dieron uso para sus ensayos al amplio salón principal.) 

Permitidme que hoy me centre en intentar recuperar sus orígenes. Tendríamos que viajar hasta los comienzos del siglo XX y finales del XIX para encontrarnos con una cada vez más insistente demanda de formación para los trabajadores de todo el país. Fruto de la creciente industrialización, por desgracia nos encontrábamos con que la clase obrera en muchas ocasiones tenia incluso dificultades para leer y escribir. En ese escenario comienzan a surgir centros donde dar una formación a todos esos ciudadanos que para colmo de males no disponían de medios para sufragarse esos estudios. Fue la iglesia y algunos empresarios comprometidos quienes dieron los primeros pasos. 

En nuestro Ourense, fue el obispo Pascual Carrascosa y Gabaldón y un pequeño grupo de empresarios locales quienes desde 1899 comenzaron a financiar la realización de cursos para trabajadores en diferentes épocas del año, aunque sin tener un local fijo. Llegado el año 1901 se ponen en marcha unas aulas y talleres en las que ya eran ruinosas instalaciones del Hospital de San Roque (Alameda), naciendo así lo que se llamo “Círculo Católico de Obreros” (dirigido por Ezequiel Aperribay), que nada más abrir ya contaba con 116 obreros inscritos como socios y que llegó a contar incluso con una pequeña biblioteca (la misma doña Emilia Pardo Bazán envía un lote de libros de su autoría para inaugurarla). 

El obispo Carrascosa, contento por los resultados y alentado por Ezequiel Aperribay (empresario y director del centro), decide construir un nuevo edificio que albergue todas esas actividades y sirva de punto de reunión para toda la clase trabajadora. La parte final de la calle del Paseo, de aquellas llamada calle Vicente Pérez, era la zona de mayores expectativas de desarrollo de la ciudad; allí se proyectaba construir una residencia para sacerdotes en terrenos del obispado (hoy Subdelegación de Defensa), quedando aún espacio para otras edificaciones y opciones de ampliar. 

Hacia 1903 comienzan las obras, pero la repentina muerte en mayo del 1904 del obispo las hace peligrar. Se hace cargo de la Diócesis el obispo Yllundáin, quien sensibilizado con el tema, no tarda en destinar recursos para continuar las obras, que se rematan hacia 1906.

Durante aproximadamente veinte años ésta fue la sede del Círculo Católico de Obreros. (Fue su director durante una larga etapa don Manuel Martínez Sueiro.) Como queda dicho, este centro mantenía amplias conexiones con la Iglesia y el empresariado local, motivo por el que se hacía necesario otro centro digamos más “independiente”. Eran continuas las peticiones de un centro en el que no existieran injerencias de la Iglesia y del empresariado, aunque no era sencillo, puesto que sin embargo si se solicitaba su contribución económica.

Es en los años veinte cuando con el imprescindible empuje de la Federación Socialista y otros partidos de tendencia izquierdista apoyados por algunos empresarios locales, comienza a ser una realidad la consecución de una Casa del Pueblo.
Constantes reuniones en sedes de agrupaciones políticas (los Jaimistas en la calle de la Paz eran anfitriones habituales), fueron dando forma al proyecto, que pasaba por una estancia provisional en el edificio conocido por Casa de María Andrea en la calle de San Fernando (hoy Hermanos Villar y plaza do Eirociño dos Cabaleiros), donde se consiguió habilitar un “saloncito” como biblioteca, una sala de conferencias con un aforo más que limitado y una sala de reuniones solo para los directivos, ya que no pasaba de la veintena el número de personas que cabían en su interior. 

En estos años, dentro de las filas socialistas se destacaba un personaje menudo en tamaño pero grande en obras Manuel Suárez Castro “Manoliño”, quien estaba teniendo un papel fundamental con las obras y funcionamiento del nuevo Hospital Modelo de las Lagunas y había tomado como reto personal la construcción de la nueva Casa del Pueblo. Donaciones de empresarios, políticos pero sobre todo las que los propios obreros aportaron, permitieron que en mayo de 1929 se inaugurara la Casa del Pueblo de Progreso; se culminaba así todo un periodo esfuerzo y se marcaba todo un hito en la historia sindical de nuestra ciudad.

A la inauguración, que se fijo el dia 1º de Mayo, asistió como invitado de honor el escritor y político catalán Antonio Fabra Ribas (delegado de la Oficina Onternacional del Trabajo en España) quien pronunció dos conferencias inaugurales (mañana y tarde). Y constaban como personajes relevantes del sindicato además de Manoliño, Miguel Serantes, José Casasnovas, Manuel Ferreiro, José Salgado, Amador Casas, José Docampo...

Amplio salón para actos culturales , dos salones de oficinas, salón biblioteca espacio para aulas teóricas y practicas etc. Las circunstancias sociales, hicieron que fueran muy pocos los años en que se pudo aprovechar realmente el edificio, al que yo recuerdo en mi infancia (años 60) siempre con las grandes puertas cerradas, y en contadas ocasiones escuchaba ruidos en el interior, que alguien me comento que eran los chicos del Padre Silva entrenado sus ejercicios circenses.

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