Opinión

La democracia es votar, no movilizarse

El lamentable espectáculo proporcionado por los seguidores de los partidos que no han ganado en las últimas elecciones andaluzas, asediando al Parlamento durante la celebración del acto de investidura del nuevo presidente andaluz que, después de muchos años, ha dejado de ser del partido socialista, nos demuestra una vez más, cuan lejos estamos de vivir en una sociedad verdaderamente democrática, viendo que lo primero que se les ocurre, al ver que no le han salido muy bien las cuentas en las cosas del votar, es llamar a la movilización de sus partidarios; incluso se lo escuché en un reciente discurso, a nuestro presidente señor Sánchez; lo que demuestra que todavía no hemos sabido asimilar en profundidad los verdaderos principios en los que se asienta de verdad el sistema democrático, en el que lo fundamental es, en primer lugar, aceptar los resultados de las elecciones y ya, en plan señorío, felicitar a los ganadores. Cualquier parecido, es pura coincidencia.

Movilización suena a guerra, presión, escrache, etc., es decir, todo lo contrario a lo que se espera de una auténtica democracia, lo que pasa es que cuando animas y arengas a que aprieten los curritos que te siguen y obedecen, como hace, por ejemplo, el señor Torra, no está cometiendo un delito, protegido por la libertad de expresión, pero cuando lo de apretar consiste en ocupar unas vías de tren, como hizo su sobrino, eso si que es un delito y te van a buscar a tu casa y te detienen, tío, y eso ya no tiene tanta gracia. 

La democracia, entre otras cosas, ha creado muchos puestos de trabajo, no tenemos más que hacer unos simples cálculos para comprobar la gran cantidad de personas que viven, y en general, en unas condiciones laborales privilegiadas, precisamente porque hemos organizado nuestra convivencia bajo un régimen democrático, es decir, en cierto modo, podríamos decir que viven directamente de la democracia, y ésta funciona fundamentalmente por un principio básico, que no debiera ser muy complicado, si realmente fuéramos civilizados; que consiste en que, mediante una votación que se celebra normalmente cada cuatro años, los xx millones de habitantes de nuestro país, eligen a 350 representantes (diputados) para que en el Parlamento decidan las condiciones y el camino mejor a seguir para lograr el mayor bienestar y seguridad posibles para el conjunto de la población. Ya digo, no debiera ser muy complicado, pero lo es. ¿Por qué? 

Para mí, la democracia, que prácticamente, venía funcionando con las mismas bases que implantaron los griegos y romanos; en el mundo de hoy, la viabilidad del sistema democrático actual está amenazado por la polarización de la sociedad, la globalización y sobre todo, por la manipulación que a través del capital y de las nuevas tecnologías, se puede hacer del voto.

Si a esto añadimos que algunos de los elegidos, gracias al sistema democrático que nos hemos asignado, no creen en la democracia, precisamente, curioso, a pesar de que sea, en muchos casos, su exclusiva fuente de ingresos, se dedican con todas sus fuerzas a cargarse el sistema desde “sus adentros”, de la misma forma que un predicador se convierte en un depredador sexual utilizando el confesionario como celestina; o cuando un policía se hace un delincuente aprovechando sus conocimientos e instalaciones policiales; o cuando un funcionario de Hacienda, extorsiona en beneficio propio a la empresa que está inspeccionando, o similares “cacadas”, vemos lo extremadamente peligroso del camino que transitamos.

Podrán decirme que son cosas diferentes, tal vez muy diferentes, de acuerdo, pero si profundizamos un poco veremos que todos tienen una cosa en común; se aprovechan de que están dentro de las instituciones, cobran puntualmente sus dietas y magros salarios, y al mismo tiempo, actúan en contra de los principios de esas mismas instituciones. No hace falta dar nombres, los conocemos todos; presidentes, diputados, funcionarios, obispos, comisarios…

Te puede interesar