Opinión

El amor en tiempos de cambio

Será por lo de San Valentín, pero el amor sigue de actualidad, bueno, nunca lo ha dejado de estar desde aquel día en que Adán y Eva, en versión bíblica, a pesar de la culebra y su manzana, empezaron a practicarlo; pero tendremos que admitir que aunque en lo fundamental hay pocas novedades, y la cosa sigue funcionando como en los tiempos de Cleopatra y Marco Antonio, o Penélope y Ulises, por citar a famosas parejas, en ciertos aspectos, el panorama ha cambiado radicalmente; porque la naturaleza, que había basado la perpetuidad de nuestra especie en la práctica del amor, mediante la trampa sexual del metesaca igual que lo hacen otros seres con los que compartimos nuestro planeta tierra, no tuvo en cuenta que a diferencia de éstos, muchos humanos, listillos ellos, han sabido buscarle las vueltas al invento y han conseguido practicarlo sin cumplir la misión reproductora para la que había sido proyectada esta ingeniosa y placentera trampa, es más, aún llegando a culminar la fecundación de un nuevo ser , han inventado la forma de poder abortarlo a discreción, hasta el punto de poner en peligro la supervivencia de la especie como alarmantemente demuestra nuestra pirámide poblacional, superando en muchos regiones las defunciones a los nacimientos de nuevos habitantes.

Cierto que a nivel global la población del planeta sigue aumentando porque en ciertas zonas, para entendernos; lo que llamamos tercer mundo, donde todavía no han alcanzado el nivel de egoísmo al que ha llegado nuestra “civilizada” sociedad , siguen procreando a tope con el sistema natural, sin jeringuillas, lo que compensa el drástico descenso de nacimientos en nuestro mundo positivista, calculador y deshumanizado porque aquí lo que cuenta es la media, ya sabe, como en lo de los pollos; si uno se come dos y otro ninguno, la media es que se comen un pollo cada uno, y así vamos tirando y la población sigue creciendo a nivel mundial y tendrán que buscarse la vida metiéndose por las rendijas por donde puedan colarse en el desierto demográfico que van creando las sociedades avanzadas. Por muchos muros que levantemos para frenarlo, el trasvase será inevitable.

Tal vez sea ésta la solución prevista por la naturaleza que, como sabemos, no da puntada sin hilo, para corregir el error que ha cometido al asignarle a los humanos el mismo sistema reproductor que eligió para los gatos, conejos, leones, toros o caballos, sin tener en cuenta que estos animalitos no saben de oficinas, prisas, estrés, preservativos, oginos ni abortos terapéuticos, pero nosotros sí, al menos en ciertas latitudes donde hombres y mujeres les ha tocado vivir en un tiempo convulso, cambiante, competido y exigente donde frecuentemente se sustituye el amor y el romanticismo por el egoísmo, el cálculo y la rentabilidad.

En esto del amor los cambios afectan hasta a su denominación. La Real Academia de la Lengua, en su edición actual dice sobre el tema: Amor: 1) Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otra persona. 2) Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicar y crear.En ediciones anteriores, se recoge ya en la del año 1914, los diccionarios de la RAE, añadían: “Pasión que atrae un sexo hacia el otro”, pero esta expresión que parece obvia, aunque solo sea por lo de crear, se ha suprimido con la llegada de las modernidades.

Así en la edición del año 1992, definía el amor de esta guisa: “Sentimiento que mueve a desear que la realidad amada, otra persona, un grupo humano o alguna cosa, alcance lo que se juzga su bien, a procurar que ese deseo se cumpla y a gozar como bien propio el hecho de saberlo cumplido”. Toma ya, esto es el amor, como se nota que había llegado la democracia, ya no se menciona lo fundamental del amor, no sea que alguien, alguna persona, un grupo o una cosa se molesten. Calquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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