Opinión

Gallegos sin fronteras

Será porque mi niñez sigue pensando en aquella España de Una, Grande y Libre de los Principios Fundamentales del Movimiento, la reserva  espiritual de occidente, unidad de destino en lo universal,  grandeza y libertad de la Patria y todas aquellas proclamas con las que desayunábamos cada mañana  los niños de la España tradicionalista y de las JONS en la época en que en nuestras mentes infantiles  se iban asentando las bases de nuestros sentimientos  con los que nos  hemos ido  enfrentando a las muy variadas circunstancias que nos ha tocado vivir a lo largo de nuestra existencia en este país  en el que hemos pasado en un breve período de tiempo,  de no poder ver un beso en una película, que te lo cortaban, tío, a que te metan toda la pornografía del mundo en tu casa;  de no poder jugar en un casino,  a que te los pongan a mogollón en tu calle; de esperar un año a que te “adjudiquen”  un Seat 600, a que haya la mayor oferta de coches del mundo; de poder “tumbar la aguja”  a doscientos kilómetros  por hora si el coche te lo permitía, a que te metan en el trullo por ir a esa velocidad;  de no poder  hacer la más mínima crítica a un gobernante, a que te puedas ciscar en su familia  y pegar una leche a un Presidente del Gobierno sin que tenga el hecho una gran transcendencia.  

Milagro de país, tú,  aquí no pasa nada amigos, todo el mundo está pensando en lo que sucedía cuando no había coches, aviones,  televisión, internet y sobre todo, tarjeta de crédito, pero ahora la cosa cambia, ya no hay valientes patriotas, ahora solo hay bocazas, incordias, matones y sobre todo, cobardes que, en cuanto le toquen la cartera, empezarán a razonar, porque hay que ser muy cretino para tratar de imponer una idea cuando se tiene en contra,  al menos,   a un cincuenta por ciento de la población  con  la única justificación de que esa  porción de gente  es la que no sale a la calle a gritar, acosar o incordiar. 

Afortunadamente,  cuando se habla de los nacionalistas en nuestro país, casi nunca citan a los gallegos, se intuye que seríamos los próximos,  después de los catalanes y vascos, que son los que siempre aparecen de protagonistas en esta  película parcelaria, después supongo que apareceríamos  nosotros, seguidos de asturianos, cántabros, aragoneses, murcianos, , etc, no sé cual sería el orden. Habría que hacer un “hit parade”, una escala  para calificar a quien es más fanático patriotero. ¡Vaya por Dios!    

Supongo que habrá opiniones para todos los gustos y que también por aquí algunos soñarán  con una Galicia independiente,  pero empezarían a dudar hasta donde llegarían sus fronteras y nunca sabrán si nuestra querida bandera blanca con la franja azul podría izarse  en  Sanabria, Ponferrada o también podría llegar hasta Buenos Aires, México o Santiago de Chile. Galicia y yo somos así Señora, que diría el  Alfonso XII, porque por aquí hace ya mucho tiempo que  sabemos que esto de las fronteras es una gran mentira, porque solo existen para los que las tienen que  cruzar  en pateras o saltándose los muros o alambradas que separan a esas naciones  cuya única patria es el dinero, porque todas ellas te ofrecen su nacionalidad si le compras un piso. ¿ De verdad merece la pena morir por unas  patrias  que se vende tan barato? 

Tal vez por nuestra predisposición a salir de estampida y ligeros de equipaje al estilo  Machado,  en busca de otros horizontes,  los gallegos no somos muy de fronteras. Alguno dirá y con razón, habla por ti,  majadero,  sí,  pero creo que  es el sentir de mucha  gente porque,  primero,  las fronteras son antinaturales;  en la naturaleza no existen más que las que producen los ríos, montes o mares, y todo lo que va en contra de la naturaleza ya sabemos como termina, y en segundo lugar,  porque el dinero no  tiene  fronteras,  por lo que empiezo a pensar que los únicos que de verdad  las  defienden  son los que piensan en vivir de ellas y que, ciertamente, viven muy  bien, no hay más que ver sus soldadas.

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