Opinión

Hasta el final del camino

Si bien el camino no tiene final, sobre todo desde que el Sr. Machado nos dijo aquello de que "el camino se hace al andar", lo que si tiene final de verdad es el caminante;  ojo, o la caminanta, no sea el demonio de los genéricos,  que en aquellos tiempos del poeta exiliado no incordiaban demasiado  pero ahora, no veas, igual le jodían la poesía;  que llega un momento en que uno se cansa o se muere, o las dos cosas a la vez y abandona el camino, la verdad, la mentira, las ansias,   proyectos, ilusiones y la vida en general, y da por terminada su excursión por este mundo que comenzó con aquella loca carrera de espermatozoides,  (que es el curioso, o cachondo, no sé,  por calificarlo de alguna forma, sistema de reproducción que nos tiene reservado la naturaleza para algunos animales, entre ellos los humano) en la que no se había inscrito pero en la que,  sin saberlo ni tal vez quererlo, había resultado vencedor después de una dramática carrera con millones de cigzagueantes competidores, siendo muy probable que sea la única victoria que ha logrado, al menos la gran mayoría, en todo su recorrido por esta vida,  De la otra, ya hablaremos algún día. 

El próximo viernes, día 16, los supervivientes de aquella promoción de 64 voluntarios, que con  17 o 19 años, hicimos la mili en el cuartel de San Francisco de Ourense y que nos licenciamos en la década de los sesenta del siglo pasado, celebramos nuestra tradicional encuentro en el restaurante “A Feiriña” en la plaza Eironciño dos Cabaleiros de nuestra ciudad, nos seguimos reuniendo, en torno a veinte exsoldados, porque nuestro camarada, Alfonso Arias; el hombre que sigue teniendo la ilusión de ver crecer a su plantación de castaños allá por el Larouco del Barco de Valdeorras, (podemos ver el precioso video de su página web; www.amalladainternacional.com”) tiene también la memoria, el esfuerzo y la paciencia de ir contactando con cada uno de nosotros para lograr llevar a feliz término este encuentro anual, 

Estoy hablando de una reunión entre mayores, camino de ancianos, en fin, ya se sabe, pero en la que no contaremos batallitas de abuelos porque en nuestra generación no hubo guerra, pero todavía su recuerdo estaba latente y se notaba en el ambiente que había sido una contienda para el olvido, en la que los vencedores no estaban convencidos del todo, ni los vencidos quedaron resignados.

Unos y otros no habían estado en la guerra; habían ido al frente, de repente, así, a palo seco, porque los indujeron y obligaron los locos radicales de siempre que tenían las ideas muy claras;  no había otra alternativa, no querían vivir de otra manera, no había otra bandera.

Son los fanáticos capitanes, jefes o líderes de uno u otro bando,  de uno u otro equipo, de uno u otro dios, simplemente,  que desde su despacho, exilio, chalet o escaño, protegidos por los escoltas y asediados por los focos, cámaras, periodistas y gilipollas que nunca faltan, van preparando el camino para que los curritos de a pie se peguen de ostias en las calles, tiren piedras a la policía en las aglomeraciones o se peguen de tiros en las trincheras, cualquier cosa, da igual. Lo que haga falta por el ideal, proyecto, proceso, nación, religión o fanatismo.

Cuando yo era joven,  casi todo lo que decían los mayores, incluido Franco, me parecía una chorrada, aunque éste le llamara principios fundamentales. Supongo que algo parecido siga sucediendo, aunque ahora ya se confundan los principios con los finales, las condenas con los indultos, la rebelión con la sedición, el insulto, la ofensa  y la blasfemia  con la libertad de expresión, las confidencias con los chantajes y los ideales con la paranoia.

Intentaremos seguir celebrando estos encuentros durante muchos años, brindaremos por los compañeros que ya no están con nosotros, sabemos que estamos en tiempos de prórroga, pero pondremos todo el empeño en seguir cubriendo etapas  en la carrera de la vida, aunque nos lleven remolcados. Hasta el final del camino.

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