Opinión

La lógica de las religiones

No es de extrañar que a los primeros habitantes de nuestro sufrido planeta Tierra, ante el desolador panorama de calamidades naturales y artificiales que se encontraban cada mañana, lo primero que se les ocurriera fue inventarse las religiones para poder ponerse a rezar rápidamente a quien fuera; al Sol, la Luna o a cualquier astro o símbolo que le inspirara la existencia de un ser supremo capaz de entender y organizar ese caos, en busca de algún milagro que pudiera encontrar una solución para tantas desgracias.

Aunque hayan pasado muchos miles de años, y el homo sapiens, a pesar de todas las dificultades, haya logrado hacerse con el control del universo luchando a brazo partido con las demás especies con las que compartía el territorio, tendremos que reconocer que, en cuanto a calamidades y desgracias, seguimos teniendo las mismas, o quizás más y mayores, que las que pudieron encontrarse los primeros pobladores en la remota y oscura noche de los tiempos, por lo que, aunque no seamos creyentes de religión alguna, entendemos perfectamente la necesidad que haya tenido el hombre primitivo de inventarlas, aunque no fuera más que para intentar encontrar un poco de resignación y consuelo ante tanta adversidad.

Podríamos convenir en distinguir el origen de las tragedias en dos grandes grupos: 1) Las naturales; aquellas que produce directamente la naturaleza, ella solita, sin la ayuda de nadie ni que los humanos tengamos intervención alguna que no sea la de enterrar a los muertos, por mucho que tanto listo, algunos viven de ello, se empeñen en culpar a los humos del gasoil de todos los males habidos y por haber, por la sencilla razón de que estos fenómenos climáticos tan devastadores existieron siempre, siendo incluso mucho más severos, dañinos e intensos, en épocas remotas en las que no habían llegado todavía los dichosos motores contaminantes. Y 2) Las artificiales, que podríamos llamar a las provocadas directamente por la imbecilidad humana, con sus crímenes, atentados, invasiones, guerras y demás sistemas de exterminio entre semejantes, producidos por la falta de entendimiento entre los humanos.

Creo que no hará falta poner ejemplos demostrativos de como los dos sistemas de destrucción masiva siguen compitiendo intensamente para conseguir el liderazgo en este siniestro campeonato mortuorio. Reciente aún el último tsunami de Indonesia con centenares, quizás miles de víctimas, son frecuentes los terremotos, huracanes, tifones, volcanes e inundaciones por doquier, virus, epidemias y enfermedades de todo tipo empeñados en lograr más defunciones que las que consiguen todos los días la ambición desmedida, el odio, fanatismo y la imbecilidad de los que disparan sus pistolas, fusiles, cohetes o morteros, ponen bombas en colegios, mercados, aviones, iglesias u hospitales, o empuñan machetes, catanas o puñales en nombre de su Dios, de su bandera, equipo, nación, región, parcela o paranoia. 

Sería difícil establecer la clasificación, pero creo que, como pasaría en cualquier referéndum que se precie, las fuerzas estarán muy equilibradas y el número de bajas producidas por ambos sistemas, será muy similar, dependiendo mucho de los tiempos y de las zonas; hay épocas y territorios donde en un período determinado, se llevan más los tiros y las guerras, y hay otras, en las que se llevan más los terremotos, huracanes, volcanes, tsunamis e inundaciones. 

Solo el que organizó este tinglado sabe cómo, donde y cuando repartir las desgracias por el mundo.

Por eso, por muy agnósticos queseamos, llega un momento en que nos da la sensación de que debiera haber algo más que lo que podamos comprender y abarcar dentro de nuestros límites intelectuales. No me ha sorprendido demasiado que el Sr. Quim Torra, presidente de la Generalitat de Cataluña, además de pedir la mediación de líderes mundiales, se dirija al Vicario de Cristo en la Tierra, el papa Francisco, para que implore al Altísimo por su causa. Tal vez lo siguiente sea encargar unas rogativas a la Moreneta de Montserrat invocando soluciones.

Te puede interesar