Opinión

La libertad de expresión y la imbecilidad

Alo largo de la vida vas descubriendo cantidad de cosas que te gustaría hacer pero con el paso de los años compruebas que ya nunca podrás conseguirlo, por ejemplo; jamás podré escribir algo capaz de emocionar como aquellos primeros versos que me conmovieron, nunca podré idear ni recitar, por muy romántico, tonto y nostálgico que me ponga, algo parecido a: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche/ Escribir por ejemplo, la noche está estrellada y tiritan, azules, los astros a lo lejos…” Tampoco aspiro a que, por muy inspirado que me encuentre, se me ocurra algo tan sencillo como: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, o cosas por el estilo, porque para eso hay que nacer, hay que ser un genio, una de esas personas predestinadas que aparecen de vez en cuando en la vida y que dejan para la humanidad una profunda huella .

Ya estoy resignado, qué le vamos hacer, me consuela saber que esto le pasa también a mucha gente, a la inmensa mayoría; pasamos por esta vida sin demasiada transcendencia, si acaso, logramos descendencia, eso sí, que tal como están las cosas, ya no es poco. 

 De lo que sí me siento perfectamente capaz; seguro, sin dudarlo, y acaso con posibilidades de superarlo; es de escribir un pregón que, por muy carnavalesco que sea, dedicándome a insultar y a provocar a la gran mayoría de ciudadanos, creyentes o no, hablando de los huevos de Santiago y de la felación que le hacía la Virgen del Pilar, porque para esto no hay que ser un superdotado, ni siquiera inteligente, estar predestinado, ni ser un genio, basta con ser,( o estar) imbécil, simplemente, o por lo menos, gilipollas.

Hago la distinción entre los verbos ser o estar porque esto de la imbecilidad, (lo de gilipollas es definitivo) puede ser como lo de la fiebre o la borrachera; hablo con conocimiento de causa porque yo, en ocasiones, fui practicante; es decir, un señor, o señora, faltaría más, puede despertarse un día de un imbécil subido y al otro, estar como una rosa, por eso no debiéramos decir nunca ; eres un imbécil, si no, estás imbécil tío, tía, dando por sentado que es una cosa pasajera, de la misma forma que decimos, estás enfermo, tienes gripe, no decimos; eres enfermo o eres griposo, por eso es que podemos tener la esperanza de que este señor, que dicen, escritor y dramaturgo, autor de ese desafortunado pregón del carnaval de Santiago, se levante un día por la mañana y nos escriba un artículo cojonudo y nos haga la vida más agradable, incluso nos pueda arrancar una sonrisa porque, para cabrearnos y llorar ya tenemos bastante con las desgracias próximas y lejanas que nos traen a diario los medios de comunicación. 

Observemos el contraste; nuestro paisano, genio, añorado y recién desaparecido Forges, jamás se le ocurriría firmar un pregón como éste, tampoco debiera ser tan difícil ver la diferencia; la cosa es muy sencilla, hay gente que procura hacer la vida más alegre y llevadera a sus conciudadanos, que podríamos convenir en llamarle “forgianos” , por ejemplo, y hay otra que disfruta haciéndoles la puñeta e incordiándolos, que podemos llamarle de otra forma, hay varias, elija Vd.

La convivencia pacífica entre nosotros, sin darnos de leches todos los días, es posible porque el número de los primeros es muy superior al de los segundos. Siempre será más fácil hacer llorar que hacer reír. 

Actitudes negativas como ésta se están prodigando en todos los campos; raperos o blogueros ensalzando a terroristas y matones ; actores y actrices mediocres tratando de salir del anonimato a costa de diálogos soeces, insultos y provocaciones; escritores, periodistas o pintores que nunca serían conocidos por su trabajo, como este fotógrafo que logra vender su invento por 90.000 euros, porque para estas cosas siempre hay dinero, o el mediocre humorista que imita al prófugo Puigdemont haciéndole aparecer en Torrejón de Ardoz y llamando a la policía, porque llamó él, su equipo, no un vecino, para simular que lo detienen y poder salir en la tele, en fin, para qué seguir, la vida está dura y de la misma forma que había gente que se lo montaba amparándose en la censura, ahora los hay que hacen lo mismo al abrigo de la libertad de expresión.

Tendremos que hacer como en el tenis y recurrir a una especie de ojo de halcón para que nos ayude a delimitar los campos entre lo que es el sagrado derecho a la libertad de expresión y lo que es un delito; calumnia, ofensa, insulto gratuito o imbecilidad, porque los mediocres no paran de inventar, de algo tienen que vivir. Entró, entró.

Te puede interesar