Opinión

Participación ciudadana

Andan todos entusiasmados,  los alcaldes y alcaldesas  de los llamados  ayuntamientos "progresistas”,  con la idea de la participación de sus vecinos  en los asuntos relacionados con la actividad municipal, así el Ayuntamiento de Madrid de la Sra. Carmena, nos envía a casa una carta con unas papeletas para que votemos próximamente,  ya que va a someter a votación popular el proyecto para la remodelación de la Plaza de España, entre otras cosas. En la papeleta hay además, otras dos preguntas; A) sobre Madrid 100% Sostenible,  B) para un billete único de  transporte público.

El que los ciudadanos participen en las decisiones que se toman para cualquier actuación relevante en su Ayuntamiento debiera ser, ya no solo una práctica habitual, si no que tendría que ser obligatorio,  pero lamentablemente  sigue siendo una cosa extraña porque en el fondo no nos lo terminamos de creer, de hecho, parece ser que en estas consultas participa únicamente un uno por cien de la población,  por lo que se puede deducir fácilmente  que casi todas estas cartas y papeletas, (dos millones y medio de sobres, oiga)  se irán directamente a la papelera. No es fácil de entender cómo se puede tirar el dinero de esta forma cuando se podría hacer lo mismo,  y seguro que  con más participación,  por medio del correo electrónico o a través de un buzón de sugerencias en una página web, al fin y al cabo estas consultas no tienen relevancia jurídica alguna.  Lo que debiera ser una costumbre ciudadana habitual que sirviera de respaldo a las decisiones de los que les dimos  el poder de ejecutar los proyectos que necesita una comunidad,  sigue siendo en nuestro país  una utopía, es más, yo diría que se busca precisamente el efecto contrario.  Me explico.

Si yo soy el responsable, y tengo que hacer un proyecto de una carretera, de un puerto o de un trayecto de ferrocarril, trataría de promover este movimiento ciudadano para que de algún modo  mi decisión estuviera respaldada por una mayoría de ciudadanos y de esta forma, en caso de que un día se  cuestionara mi proyecto, siempre me quedaría la disculpa de que tenía ese respaldo popular, una especie de legitimación de mi obra,  pues no, aquí da la sensación de que es justo  al revés;  pongo un horrible  monolito  en una plaza,  trazo una variante imposible,  o llevo un tren de Ourense a Vigo casi por Vilagarcía, y a ver quien es el guapo que me lleva la contraria. ¡Si, qué paaasa!, ¡Qué miras! ¿Decías? Ah, pensé. ¡País! Que diría el Forges.

Está claro que la democracia no se improvisa y después de tantos años, o siglos, da igual, donde las cosas se hacen porque sí, porque  soy el que manda,  el que más sabe, porque yo lo valgo o por mis etcéteras, ¡Cuate¡, es difícil adaptarse a otros sistemas. 

Lo de Donald Trump, podrá salir mal, de acuerdo,  pero es lo que el pueblo ha elegido; punto. Pero aquí no, aquí las cosas se hacen al estilo Frank Sinatra y su “My way”, después, si sale mal, si resulta que el tren de Ourense a Vigo hubiera sido mejor llevarlo directo por Porriño,  con posiblidad de conexión  con la vía Tuy-Oporto,  el que ha tomado la responsabilidad del otro trayecto, (porque no nos engañemos, esto se le ocurre a uno solo, los demás se adhieren, simplemente), la única disculpa que podrá darnos es decirnos que lo hizo a su manera, como el Frank, vamos, con un par, pero encima sin cantar. Bueno es que estamos acostumbrados.

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