Opinión

Todos queremos más

De esta forma  empezaba aquella  vieja canción  del argentino Alberto Castillo que tuvo gran éxito en los años cincuenta del pasado siglo: “ Todos queremos más, todos queremos más, todos queremos más y más y más y mucho más / El que tiene un peso, quiere tener dos, el que tiene cinco quiere tener diez / El que tiene veinte, busca los cuarenta y el de los cincuenta quiere tener cien….”, cuando el peso argentino era una moneda fuerte en aquellos tiempos, después se fue deteriorando la economía, el país, el sistema y la vida dando paso a que mil pesos se convirtieran en un austral, y pasado el tiempo, diez mil australes volvieron  a convertirse en un peso, y así va pasando el tiempo y la vida, en fin. Esto demuestra que además de lo vieja que es la canción, también es viejo es el problema de la cobranza. 

Lo de no estar conforme con lo que nos pagan por nuestro trabajo es una de las peculiaridades de los humanos, más aún en estos tiempos donde todo se monetiza, el resto de los animales con los que compartimos el planeta tierra cuando están domesticados y a nuestro servicio, se conforman con que les demos cobijo, comida y si acaso, un paseíllo para hacer pis, es decir; trabajan “a mantido”; esto les sonará a los mayores, como les pasó también a muchos de nuestros antepasados, en ciertas épocas de penuria no muy lejanas,  donde el trabajador por cuenta ajena y el esclavo eran figuras muy próximas.

Ahora de pronto, el personal que cobra del presupuesto del Estado, aprovechando el movimiento de los policías nacionales reivindicando su equiparación salarial con los mozos de escuadra catalanes, se suman a reclamar el aumento de sus ingresos y de esta forma vemos estos días a funcionarios de justicia, ejército, jubilados etc., mostrando su malestar en declaraciones, huelgas y manifestaciones por toda nuestra geografía. No tengo la menor duda de lo justificado que son estas reclamaciones económicas, pero yo me pregunto;  si los que cobran puntualmente del presupuesto del Estado, no están conformes. ¿Qué no podrán reivindicar los millones de trabajadores por cuenta ajena, incluso autónomos que lo hacen por cuanta propia porque no tienen otro remedio y que no dudarían ni un segundo en cambiarse por muchos de ellos? 

No es extraño que cuando se convocan concursos para entrar en cualquiera de las administraciones públicas, locales, regionales o nacionales de nuestro país, acudan miles de demandantes en busca de un puesto de trabajo sabiendo que, una vez dentro de un ministerio, comunidad, juzgado, ejército, ayuntamiento o diputación, no van tener que enfrentarse a problemas de productividad, despidos, rentabilidad, ERES y demás pesadillas que lleva consigo el trabajar en una empresa, grande o pequeña, sujeta a las reglas del mercado, porque estas reglas son las leyes naturales del comercio que como todas las leyes de la naturaleza, rigen siempre, no tienen excepciones, y si no se cumplen , las consecuencias son irremediables. 

La ley fundamental en un estado de libre comercio es que si una empresa no obtiene beneficios suficientes se cierra, simplemente. Llegado este punto, ya no hay lugar para reivindicaciones, huelgas ni pataleos. También el Estado se comporta como una empresa, si no obtiene recursos suficientes por medio de sus impuestos, tiene problemas, podrá emitir  deuda pública, de acuerdo, pero todo tiene sus límites.

Todos queremos más, lógico, pero si pensamos, podemos recordar que en ocasiones  se retrocede, sí, sí, amigo, a nivel nacional, internacional, empresarial, laboral o personal;   virgencita, virgencita, que me dejen como estaba.. Sé que es un sueño, una utopía, pero los mossos de escuadra catalanes han perdido una ocasión única para, dado los penosos  acontecimientos, y el artículo 155, admitir que cobran demás y que nunca hubo motivos objetivos para que sus nóminas fueran superiores al resto de los cuerpos policiales del Estado.

Pero para esto haría falta más inteligencia, más humildad,  más honradez y tal vez, más deportividad, mientras tanto, ya digo, es un sueño, por no decir; una gilipollez.

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